lunes, 28 de septiembre de 2009

¡VIVA ZAPATA!





     Por Joaquín Peña Arana


     No inventen, ¿cómo que Marlon Brando? 

     Ya  sé que aunque haya sido un rajón Elian Kazan fue un genio de la cinematografía que nos legó joyas como ésta, porque ¡Viva Zapata! es una gran película. Aquí el asunto es Marlon. Tanto él como Kazan venían de vivir un exitazo con Un Tranvía Llamado Deseo, quizás fue eso lo que motivó su elección para encarnar a Emiliano Zapata. 

     Posiblemente si yo fuera español, argentino, africano, francés o ruso, vería una actuación monumental, animal, orgásmica, pero ¡chin!, soy mexicano, y como la historia de Zapata me es familiar quedé con el ojo cuadrado cuando atestigué lo que me parecía cosa de locos : ¿Marlon Brando de Zapata? Lo he visto en sus otros papeles : Julio César, Napoleón,  don Vito ó viudo seductor que usa mantequilla y baila tango. Todos maravillosos. Pero nomás de ver su maquillaje y peinado qué onda.

Durante toda la película está en miscasting, el resto del elenco se ve y siente bien en sus respectivos papeles, por algo Anthony Quinn se ganó el Oscar por actuación secundaria (es más, creo que da mejor el gatazo como Zapata que Brando), hasta Jean Peters se ve creíble, me recuerda a una de nuestras estrellas del cine mexicano cuarentón, el único extraño es ese Francisco I. Madero que escogieron, ¿no se echaron un clavado al Archivo Casasola? En cuanto al rigor histórico al menos el escritor John Steinbeck se tomó la molestia de documentarse, el detalle de Zapata negándose a sentar en la silla presidencial es notable.

No digo que no vean ¡Viva Zapata! sino que se la tomen tranquila.  O a lo mejor estoy siendo demasiado papista, total, es Marlon Brando. Todo se le perdona. 

viernes, 18 de septiembre de 2009

BEATLES AT SHEA STADIUM




   Por Joaquín Peña Arana 


   Todo un documento


   ¿De quién fue la idea original de cubrir el concierto? ¿De Ed Sullivan, de Brian Epstein, a lo mejor del promotor Sid Bernstein? ¿O alguno de los Beatles habría exclamado “¿vamos a tocar en un estadio?, ¡grandioso!, deberían tener muchas cámaras para filmarlo”. 


   El resultado fue un asombroso documental que refleja la Beatlemanía en todo su apogeo. Tiene tintes de honestidad en el sentido de mostrar la histeria, desmayos, pleitos verbales entre fans y policías. Es como si se tratara de una versión corta de Woodstock, con las voces en off de los Beatles haciendo comentarios y  fragmentos del programa previo a la actuación el grupo, porque contra lo que suponemos los Beatles no saltaron así nomás al escenario en frío. Se enlista al menos las actuaciones de King Curtis, Cannibal and the Headhunters, Killer Joe Piro and His Discotheque Dancers, Brenda Holloway y el notable número de Sounds Incorporated, ¿qué onda con esos chavos, así actuaban todo el tiempo? Quizás ser grupo abridor de los Beatles obligaba.


   La actuación de los ingleses fue, basándonos en los documentos existentes,  como la de otros tantos conciertos que ofrecían en la época :  media hora de canciones, unos cuantos comentarios, Twist and Shout en versión corta como rola de arranque, etc. etc.,  pero poco a poco se va notando cómo los Beatles se contagian del ambiente, en especial John. No llevaban ni tres canciones y ya sudaban la gota gorda pero se veían alegres, integrados, conscientes de ser el ojo de un huracán. Un año después, en 1966, volvieron a tocar en el Shea, ojalá se hubiera repetido la misma logística de cámaras pero en el Candlestick Park. Cómo no avisaron.  




domingo, 13 de septiembre de 2009

THE BIG ONE




      Por Joaquín Peña Arana 


     El frenesí por preguntar 


     Años antes que supiéramos de su existencia tras el éxito de Bowling for Columbine, su tronate discurso en la entrega del Oscar y su campaña antiBush,  Michael Moore ya tenía su fama en Estados Unidos, tanto, que en 1996 escribió un libro y le organizaron una gira de presentaciones personales. Sobre la marcha, decide filmar un documental acerca del desempleo, el enriquecimiento de las corporaciones y la visión del ciudadano común que se ha quedado sin trabajo porque la empresa cerró y se fue al extranjero.  Ese es el eje temático de The Big One.

  Aquí vemos al Moore característico de la primera época de sus documentales : ácidas puntadas de irrumpir en las oficinas centrales de las  grandes firmas y ,paralelamente, recopila testimonios de gente que enfrenta los estragos de una economía personal cada vez más asfixiante. El estilo de Moore bien puede interpretarse como tramposo, ¿quién no se va a mostrar medroso si alguien, cámara en mano, de repente le cae encima?, pero se documenta sobre los temas que aborda, está abierto siempre a la confrontación, no desvía su interés en cuestionar, cuestionar, cuestionar. Poco a poco irá puliendo su forma de trabajo a obras más depuradas y redondas, Sicko es un ejemplo de esa madurez.
  
   Como en otras ocasiones (y en las que están por venir)  llama la atención su desfachatez para señalar a empresas, marcas, personajes, sin que parezca temerle a una demanda, ¿cómo le hace?, yo quisiera saberlo. Quizás por eso Moore se maneja con su propia productora. Nada como la independencia cuando tienes ganas de decir las cosas. 

domingo, 6 de septiembre de 2009

THE BLOB



     Por Joaquín Peña Arana


     Qué onda con ese chavo


     ¿Qué tenía en particular este Steve McQueen de 28 años para que le dieran el papel principal intepretando a un adolescente que intenta, de la mano de su novia, salvar a un pequeño pueblo del noreste de Estados Unidos en peligro de ser devorado por una extraña y amorfa criatura venida del espacio exterior?

      Es que, tan sólo miren sus rasgos : no es como otros actores a quienes resulta una curiosidad verlos pubertos, no. Ahí está ya Steve McQueen, el antihéroe, papeles duros, actor de carácter, enamorado de la adrenalina.  Quizás si no supiera que se trata de él pensaría que The Blob, juzgada a más de cincuenta años de distancia, es la típica película gringa que rompió algo de las normas imperantes en el cine de horror y ciencia ficción al contar la extraña historia de una masa que cae sin más ni más a la Tierra  y habiendo tantos lugares en dónde estrellarse (¿por qué no caer en Monterrey o Matamoros?)  se dedica a aterrorizar al tranquilísimo y monótono pueblo de Downingtown.

     El resto de la película es hasta cierto punto predecible pero no seamos tan exigentes.  Es 1958 y la tendencia que se refleja en The Blob no se salía mucho del cauce habitual aunque, ojo, eso no significa que sea mala película, al contrario, tiene muy buena estima entre los enamorados de las series B, Z o de Culto, como le quieran llamar. 

     Quizás Steve McQueen sí daba el papel de chico galán pero rudo que necesitaban, su aspecto de estadounidense promedio le ayudaría en su futura y prometedora carrera. Resulta peculiar que su personaje se llame como él y en cambio en los créditos aparezca como Steven.