domingo, 2 de diciembre de 2012

EL SEGUNDO CÍRCULO (SECOND CIRCLE/ Круг второй)






Por Joaquín Peña Arana

Era un día del 2003 cuando me enteré por primera vez de la existencia de Alexander Sokurov (o Александр Сокуров, como se escribe en ruso).

Un amigo de una amiga me invitó a ver El Segundo Círculo, con subtítulos en inglés.  La trama gira en torno a un joven quien, tras la muerte de su padre, retorna al pueblo donde nació, en una remota región de Siberia, para hacerse cargo de los trámites funerarios y el  sepelio. El resto de la película es una travesía tortuosa para enfrentar, no sólo su estado anímico, sino el infame laberinto de la burocracia gubernamental.  Filmada en 1990, todavía con el régimen soviético encima, suponía el atisbo a la intimidad del protagonista con base en cámara sobria, tomas largas, el uso de símbolos y filtros que coloreaban las escenas según temática y estado de ánimo.

No he visto mucho de Andrei Tarkovsky pero nomás de ver esto y aquello, creí reconocer en El Segundo Círculo la influencia del famoso creador de Solaris.  No me equivoqué. Cuando empezó su carrera,  Sokurov se volvió amigo de Tarkovsky. De hecho, le hizo el paro. Sokurov no era aceptado por ser muy chavo y hacer cine que iba contra el sistema bolchevique pero Tarkovsky entro al quite y prácticamente lo protegió.  

A la larga, le fue bien a Sokurov. Con el tiempo, hizo una prolífica carrera dentro y fuera de la Cortina de Hierro. Tras  la desaparición de la URSS, su personal forma de hacer cine pudo abrirse más al mercado mundial. Por ahí hay quien apunta que El Segundo Círculo forma parte de una trilogía de Sokurov, junto con Piedra y Días de Eclipse. Hasta donde he logrado averiguar, destacan como famosas y/o representativas en su carrera El Arca Rusa (notable por haber sido filmada en una sola toma) y Fausto. Hay que buscarlas.

Ay, si pudiéramos ver todo el cine del mundo. Si eso fuera posible.  Pasar días, semanas, meses, sin otra cosa qué hacer –fuera de lo propio de la vida cotidiana o los placeres próximo o lejanos) o que nos pagaran bien y bonito por aventarnos lo que cinematografía mundial produce. Nunca acabaríamos. Nos faltarían cien vidas como ésta, otras cien para descansar y unos días más para intentar recuperar la redondez de las nachas.

Ah, y sólo para cumplir con mi cuota de presunción intelectualoide mamuca: El Segundo Círculo la vi en el ciclo Another Russia: A Tribute to Lenfilm Studios, en el Lincoln Center de Nueva York.  Quiúbole. 


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