miércoles, 27 de noviembre de 2024

MEGALÓPOLIS



     Por Joaquín Peña Arana

 

     

     Para empezar, pues…ni parece que Francis Ford Coppola la hizo.

     Confieso que no he visto Twixt, On the Road, ni Tetro. No estoy actualizado en la forma y fondo de sus anteriores películas. Recordemos: Ford Coppola no se caracteriza por repetirse. Pero Megalópolis no se parece nada a cualquier cinta que haya hecho antes. Coppola concibió esta fábula (porque así es como la llama) acerca del poder y la decadencia de una ciudad y un imperio. ¿Alucinante? Pues…sí. ¿Disparatada? No tanto. ¿O sí?

    Ford Coppola se la rifó…y perdió. Al menos, en premios y taquilla. Puso de su bolsillo los 120 millones de dólares que necesitaba, vendió parte de sus bodegas de vino para eso. Tuvo mil y una complicaciones para una realización que le tomó décadas concretar. Coppola tragó grueso, apechugó y aceptó los resultados. Pero hizo la película que quería. Justo eso.

     ¿Y qué onda con Megalópolis? Se los digo de una buena vez: no sé explicarme todavía. Debí escribir este artículo al salir de la sala cinematográfica. Pero dejé enfriar el momento y ahora traigo la brújula perdida. Y eso que, a las semanas, tuve ganas de volverla a ver…pero ya la habían quitado de la cartelera.

    Medio leí las críticas y comentarios que circularon a nivel global acerca de Megalópolis, antes de verla. Solo lo mínimo necesario, sin conocer detalles del argumento o algo que pudiera arruinarme disfrutar la película. Ya que la vi, me pregunto: ¿fue la crítica demasiado dura contra Coppola? Quizás en otra época se lo hubieran perdonado, pero ahora no hubo piedad. Pero, entonces, ¿por qué a Coppola no se le toleró lo que, quizás, a otros personajes sí?

     ¿Y si la película se hubiera exhibido pero, en vez de Ford Coppola, le hubiéramos puesto otro nombre? ¿Habría sido diferente?

     Porque podríamos decir que hemos visto otras películas más disparatadas y nadie dice algo.

     ¿Y si, en vez de Ford Coppola, hubiera sido, no sé, Lars von Trier, Gaspar Noé, Michael Haneke? Y otros personajes que se me escapan de la memoria. Recuerdo en este instante un película en cuya parte final aparecen tres mujeres que están siendo crucificadas, en medio de borbotones de sangre, la pantalla en tono rojo y con efectos estroboscópicos. Y nadie la hizo de tos. Y esa escena debe ser nada comparada con otras que, si revisamos filmografías selectas, correspondería a películas premiadas, elogiadas y defendidas a capa y espada por eso que en el medio cultural es oro puro: ser provocadoras.

     ¿Megalópolis es provocadora?

     No es una película fácil. De eso no queda duda.

     Como ya se dieron cuenta, este artículo se parece a la película: parece que no tiene una línea directa y clara de qué quiere y hacia dónde va. Lo que puedo decir les va a sonar extraño, pero es real: disfruté la película. Con todo y sus altibajos. Y, en serio, tenía ganas de verla así, como debe ser, en pantalla grande. Puedo buscarla en algún servicio streaming pero no es lo mismo aunque, si no queda otra, pues le entramos, qué se le va a hacer.

     Y les confieso otra cosa: soy fan de El Padrino. Luego, entonces, soy fan de Francis Ford Coppola. Y también de Sofía, de una buena vez. Y aunque no he visto la totalidad de sus respectivas filmografías ni tampoco quede satisfecho con algunas, estoy al pendiente de lo que hagan y, cuando haya chance, al cine iré en busca de ese placer que, poco a poco, está desapareciendo: el cine de autor. Ir al cine a ver “una película de”.

     Por eso ansiaba que, Aquí Donde Vivo, proyectaran Megalópolis. A sabiendas, también, que duraría poco en cartelera. Ah, si hubiera tenido tiempo ese día, habría entrado de nuevo a verla. Fui a ver Megalópolis como un compromiso de fan. ¡Vendió parte de sus bodegas, caramba! Al menos sentí que tenía el deber de apoyarlo en la taquilla.

     Y mi siguiente paso es comprar uno de sus vinos. Si tan solo los vendieran aquí, en esta ciudad. En Megalópolis sí la encontraría. 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario