Por Joaquín Peña
Arana
Antes que cualquier otra cosa, hice -lo que pensé- era más que necesario antes de ver la versión de Rodrigo Prieto: leer de nuevo la novela.
Me aventé las más o menos cien páginas de
la obra (dependiendo la edición) y, ahora sí, ¡listo! Eso me ayudó a tener
frescas las frases, los diálogos, las descripciones, la narrativa de Juan
Rulfo. Por eso, desde la apertura, ya desde el “vine a Comala porque me dijeron
que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, vamos, desde la espectacular toma
abierta con grúa (o dron), el desolado y pedestre panorama donde Juan Preciado
está en esa encrucijada polvorienta y sedienta, podía comparar novela y obra
cinematográfica.
Me faltaría echarle un repaso a las
adaptaciones anteriores pero, por lo pronto, podemos decir que la de Guillermo
Prieto es la versión que más se acerca a la novela de Juan Rulfo. Un gran
logro, sin duda. Pero…
Porque en la vida siempre hay un pero.
A PARTIR DE AQUÍ,
CUIDADO, HAY ESPOILERS
El Pedro Páramo de Rodrigo Prieto es una
obra de alto nivel. Sin duda. Pero, entonces, ¿por qué no acabé sucumbiendo a
su encanto? La producción se tomó todas molestias posibles para ambientar,
recrear, buscar locaciones, generar escenas de gran belleza onírica. Y la
película se apega al texto. ¿Por qué no siento que Tenoch Huerta sea Juan
Preciado? ¿Y si mejor hubiera sido él Pedro Páramo? Porque Manuel García-Rulfo
es un actor de gran trayectoria, producciones internacionales, etc. etc. etc., pero nunca me
imaginé a Pedro Páramo con su rostro, así como aparece, de tez blanca, cachetoncito,
mirada bondadosa. Y este Juan Preciado, digo, si yo cayera en un pueblo de
fantasmas, también estaría a punto de hacerme en los pantalones, pero ¿no les
parece demasiado tímido ó apocado, con su sombrero en un brazo encogido, como
temeroso? Y yo no sé ustedes, pero, con toda la tecnología que existe en la
actualidad, hay partes donde no entendí los diálogos; sabía de qué hablaban
porque acababa de leer la novela. Y los juegos de edición, de cámara, ¿quizás
más plano secuencia o toma continua? Y sí, ya sé: si quiero corregir la película
a ver Joaquín, por qué no haces una, a ver. Y ya lo he dicho antes: hacer cine
no son enchiladas. Requiere de un trabajo enorme, de producción, dinero,
escenografía, locaciones, actuaciones, una toma y luego otra y otra. Uno apenas
graba un minuto de una boda y me falla el encuadre y la contraluz. Pero si me
ocupo de ese tipo de detalles, tengo un problema con la película. Digo, si me
estoy fijando que Juan Preciado trae reloj o que en la fiesta del pueblo los
focos no son de la época, es que el resto no me ha atrapado. Si termino la
película y me la paso cuestionando esto y aquello, si estoy viendo el contador
de tiempo porque ya quiero que se acabe, tengo una bronca.
Quienes vean Pedro Páramo sin leer primero
la novela van a creer que la película de Rodrigo Prieto es confusa, con saltos
de tiempo, plagada de voces en off, ¡pero si así está la novela! Así que por
fidelidad a buena parte de ella no nos podemos quejar. A buena parte. Porque…
Entiendo que es cine de arte, y si lo
tomamos como cine de arte latinoamericano, aunque sea producción de Netflix, ya
sabemos que tendrá elementos de más que, podríamos decir, no vienen al caso,
pero que es parte del género. Y al parecer, eso ocurre en este Pedro Páramo de
Rodrigo Prieto. ¿No les parece innecesariamente erotizada? Aparece la pareja
desnuda que se hace referencia en la novela, de acuerdo. Aparece la mujer desnuda
que se vuelve lodo, está bien, pero como que aparece demasiado tiempo. ¿Susana
San Juan desnuda en la playa, recibiendo baños de mar?, eso se menciona en la
novela, pero ¿es demasiado en la pantalla? ¿Y sí necesitábamos ver durante
tanto tiempo a Susana San Juan masturbándose? Y creo que tengo que echarme otro
clavado en la novela. No recuerdo que la entrada al pozo cuando niña hubiera
influido tanto en la Susana adulta, al punto de hacerle perder la cordura. Y no
recuerdo haber captado que se volvía loca, o medio loca, o loquita. Y sé que el
texto de Juan Rulfo tiene esos audaces saltos de tiempo que le hacen una obra
única, por eso no queda en claro si Abundio Martínez es el Abundio arriero y si
ese Abundio Martínez acuchilló a Damiana y a Pedro Páramo, pero Rodrigo Prieto
decidió que, lo mejor, era mostrar a Abundio, “el bueno de Abundio”,
acuchillarles, luego entonces, Pedro Páramo muere a consecuencia de ese ataque,
o ya está muerto cuando viene Damiana a preguntarle si quiere que le lleve el
almuerzo. Y la toma abierta, donde cae Pedro Páramo, y con una disolvencia el
cuerpo se convierte en un montón de piedras mientras, en el otro extremo de la
pantalla, dice “fin” con tipografía de los años cuarenta o cincuenta. ¿?????
Por cierto, si Abundio arriero y Abundio
Martínez son la misma persona…¿entonces, Abundio cometió un parricidio? Él dijo
que también era hijo de Pedro Páramo.
En fin. Como ven, tengo problemas con la
película. Rodrigo Prieto se arriesgó y eso es lo más importante. Como decía
Pedro Armendáriz Jr. cuando le preguntaron cuál había sido la peor película en
la que había actuado: “la peor película es la que no se hace”. O, quizás, sea
como opinaba Werner Herzog quien sentía que, lo mejor, era NO llevar Pedro
Páramo a la pantalla.
Quizás haya obras literarias que es mejor
que se queden así, en los libros. Y si ocurre lo contrario, qué tiene. Alguien
lo decidió y está en su derecho hacerlo.
¿Que con todo lo anterior les estoy
diciendo que no vean o no recomiendo la Pedro Páramo de Rodrigo Prieto? ¡Claro
que no! Lo más importante es que cada quien tenga la libertad de elegir. Y
mejor le paro aquí antes que me caiga y me desmorone como si fuera un montón de
piedras.
PD: No quiero dejar de mencionarlo: es un elencazo
el de la película, pero a mí Mayra Batalla me conquistó con su Damiana
Cisneros. Y que no se le acabe el trabajo a Noé Hernández, se lo merece.
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