lunes, 15 de julio de 2013

TITANES DEL PACÍFICO (PACIFIC RIM)




Por Joaquín Peña Arana

Guillermo del Toro está irreconocible. Bueno, casi.

Porque, en un principio, la película se la podríamos adjudicar a mil y un directores, pero no a Guillermo del Toro. ¿Y los vampiros, los monstruos que brotan de nuestras pesadillas, los fantasmas, el gore y todo eso que le caracteriza? Es cosa de no desesperarse. Infiltrada,  ahí y allá, está su huella: nomás vean el diseño de los monstruos, el estilo  de los robots, la aparición de una niña, el humor negro, las maquinarias con engranes.

Pero antes que otra cosa suceda, primero lo importante: Titanes del Pacífico es magnífica en varios aspectos, más allá de los efectos especiales o de ser una película hollywoodense palomera, de esas que se estrenan en verano, las vemos luego en la tele y con el tiempo las  olvidamos o nos acostumbramos a tenerlas como ruido de fondo. Los expertos en cómic de ciencia ficción posiblemente emitan juicios más severos porque creen ver refritos de Transformers o de Evangelion. Si a esas nos vamos, podemos reconocer también la atmósfera de Blade Runner y a los clásicos del cine japonés como Godzilla, Ultramán y yo hasta sentí estar viendo Monstruos del Espacio o Robot Gigante en versión 2013.

Quizás por eso Guillermo del Toro dijo que se divirtió tanto haciendo Titanes del Pacífico: parece la síntesis de muchos elementos de su niñez traídos al presente. A primera vista, Titanes del Pacífico parece una más de tantas: mucha destrucción, efectos digitales y vamos por más palomitas.  Pero hay historia. Lo que no tuvo Avatar (supongo, no terminé de verla, me salí de la sala harto de un guión tan débil). Tenemos el asunto de la humanidad que lucha por sobrevivir; la invención de los robots gigantes para combatir a las criaturas; la pérdida personal con el posterior conflicto anímico y psicológico.  Titanes del Pacífico nos habla de vencer los demonios internos, los miedos. Dominar nuestra mente. Dejar el pasado. Elegir el sacrificio. Renacer.  

Aunque las escenas de violentas peleas duran su buen rato, lo que valoro es la presentación de los personajes y el proceso de interrelación.  No queda duda: Ron Perlman es el fetiche de Del Toro para este tipo de películas. ¿Ya se acordaron en dónde vieron antes a Rinko Kikuchi?, ándale, es la muchacha sordomuda de Babel.  Todos los hacen bien (es lo que pongo para no dejar fuera a alguien). Ah, y la fotografía es de Guillermo Navarro.

Hay más por decir pero lo que falta es espacio.  Titanes del Pacífico, al menos hasta este momento, no parece una mancha en la carrera de Guillermo del Toro. Al contrario. Sin perder el estilo, quizás veamos al querido gordito a la conquista de nuevos horizontes. 





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