Por Joaquín Peña Arana
Qué lejanos parecen aquellos tiempos en que Estados Unidos y la URSS tenían a la humanidad en ascuas, esperando a ver a qué hora soltaban sus misiles atómicos y provocaban el fin del mundo. Así estuvieron más o menos las cosas durante treinta o cuarenta años.
Dr. Insólito fue fruto de ese periodo.
La Guerra Fría estaba en pleno cuando se estrenó en 1964 y, sin embargo, la acidez de su trama fue extraordinariamente bien recibida. Entre BAFTA y Oscar le fue muy bien. Aquí ya vemos a Stanley Kubrick con los primeros bosquejos de su obra posterior: hay un poco de 2001 por ahí y de Naranja Mecánica por allá. Peter Sellers fue aclamado a rabiar por su calidad intepretativa al desarrollar tres personajes completamente opuestos. Cualquiera que desconozca la cronología de George C. Scott podría pensar que su general Turgidson es una parodia de Patton. Dicen los que saben que Slim Pickens fue un vaquero de verdad, así que el papel le quedó como anillo al dedo: quién si no él para dejar(se) caer (con) la bomba.
Curioso ver a ese jovencísimo James Earl Jones en su debut cinematográfico. Todavía le faltaba camino para convertirse en la voz de Darth Vader, Mufasa y desaparecer en El Campo de los Sueños. Y para quienes lo reconocieron en su papel de general lunático, sí, Sterling Hayden es también el capitán de policía de El Padrino.
Dr. Insólito tiene vigencia. La paranoia del armamentismo y la guerra internacional sólo cambian de nombre. Ayer fue la URSS o Libia, hoy es Irán y Corea del Norte.
Gacha nuestra calavera si un día de estos la realidad supera a la ficción.
14 DE JUNIO DEL 2009