Por Joaquín Peña Arana
Rompecabezas de un ícono
El primer avance que vi de esta película fue un fragmento en televisión. Me quedé de una sola pieza. Se me hizo tan estremecedor ver esas imágenes de la guerrilla en la sierra cubana en tono verdoso, como de película gastada, y la voz en off del Che narrando su visión de las cosas, su causa, el por qué de su lucha.
Benicio nació para este papel, definitivamente. Sí, suena a lugar común pero en verdad es impresionante. Y aunque a Bruno Bichir lo hemos visto hasta en la sopa le queda muy bien ser Fidel, ¿alguna queja?
Una de las virtudes de la película del filme de Steven Soderbergh es explorar la vida de Ernesto Guevara más allá de la simplona biografía cronológica sin tampoco caer en el caos de ofrecer indiscriminadamente saltos temporales aquí y allá. Los flashback, los tonos descoloridos, el uso del blanco y negro con exceso de grano, son recursos válidos que le otorgan textura, momento, sabor podría decirse.
Si, aquí vemos cómo Ernesto y Fidel planifican desde México, la clandestinidad en la sierra Maestra, su visita a Estados Unidos y sus discursos en la ONU, éstos últimos pasajes pocas veces abordados fuera de contextos grandilocuentes e idealizados. La propia figura del Che parece contradecirse en ocasiones, con sus toques mamones (pocos, pero los hubo), aunque prevalece el otorgarle una visión de pensador, ideólogo, líder justo. Es, también, un hombre que estando casado se enamora de otra mujer. Finalmente, un hombre de carne y hueso.
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