domingo, 18 de noviembre de 2012

LA VIDA PRECOZ Y BREVE DE SABINA RIVAS






Por Joaquín Peña Arana

Sí, todo eso ocurre en la frontera sur. Tan lejos de Dios y tan cerca de México.

Ver La Vida Precoz y Breve de Sabina Rivas me llevó, en algún momento, a pensar en cómo los hombres enloquecen cuando tienen tantito poder y se sienten con derecho a disponer de la vida de los demás. La cruel Mara guatemalteca. Los agentes de migración que ven al emigrante como mercancía. Las mujeres que ven a las mujeres como objetos de alquiler.

El todo es el sufrimiento. El dolor, tan cotidiano que algunas personas se acostumbran.

La historia de Sabina Rivas es un mínimo ejemplo de lo que ocurre en el diario amanecer de la frontera sur: porosa, olvidada, inmisericorde. Ella quiere ser feliz, huir. Tiene dolor en el alma. Tiene, también, secretos en su vida sórdidamente precoz. ¿Y lo de breve, por qué? Yo no lo sé de cierto. Quizás porque, cuando retornó al único sitio que podría llamar hogar, ahí se le acabó la vida.

Lo importante es el resultado. Contar la historia. Preguntarnos hasta qué punto somos cómplices del todo.  El silencio también mata y hay silencio en la frontera sur y en la frontera norte. ¿Cuáles son los secretos que esconden los periodistas, los agentes de migración, los funcionarios, vamos, toda aquella persona con algo de posición que les permite saber y callar? Que en México callamos…¿y tú periodista estadounidense, cuándo vas a escribir sobre los narcos que tienes en tu propio país, tus redes de prostitución, tu propia escoria?

Vivo en la frontera norte, acá con Estados Unidos a tiro de piedra y cientos de mexicanos preocupados por aprovechar las ventajas de esa vecindad con el país con el que tenemos esa relación amor-odio.  Aquí, que no extrañe ver al centroamericano como un ser inferior. Aquí, ver La Vida Precoz y Breve de Sabina Rivas es decir “uf, allá están peor” y cruzar al otro lado porque los especiales están muy buenos. Entonces, ¿para qué sirve ver La Vida Precoz y Breve de Sabina Rivas? Pues para sacudirnos.  De eso se trata. 

A la mejor la olvidamos pronto pero, mientras nos dura el efecto, a ver si nos sensibilizamos un poquito y dejamos de ser tan cómplices.




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