Por
Joaquín Peña Arana
Dice
la querida Wikipedia: fue Oscar Dancingers. Él fue el malvado que obligó a Luis
Buñuel a filmar el final alterno.
¿Qué,
le hizo manita de puerco, le dijo que ya no le iba a dar dinero, lo amenazó con
no volver a invitarlo al bar? Creo que jamás lo sabremos.
Algunos
de los presuntos implicados que pudieron haber conocido detalles ya se
despidieron de este mundo. Otros, no recuerdan; ha pasado demasiado tiempo. Hasta
donde sé, Alfonso Mejía nos acompaña todavía en esta existencia y, cuando le
preguntan, evoca cómo fue que hizo casting y la buena relación que tuvo con
Luis Buñuel, pero del final alternativo nada recuerda.
Según
sabemos, lo de encontrar el otro final fue una chiripada. He leído que fue en
el 2002 cuando lo descubrieron pero éste que les escribe, cuando no habla de
cine, se ha dedicado a hacer algo que le llaman ser reportero y recuerdo haber hecho una nota
sobre el asunto en los años noventa. En fin. Según la versión más aceptada, fue
el propio Iván Trujillo, entonces Director General de Actividades
Cinematográficas de la UNAM, quien dice haber estado en el momento exacto,
coincidir en tiempo y espacio, haber dejado que el universo conspirara a su
favor, para ir a echar un vistazo cuando
un técnico le dijo algo así como “oiga, acá está otro rollo”.
Sobre
lo demás: el mis-te-rio. Dicen que el malo fue Oscar Dancingers. ¿Y si el
propio Buñuel decidió filmarla, por si acaso? ¿O la idea surgió durante el rodaje,
en caso que las cosas se pusieran más feas de lo que ya estaban? ¿Y por qué traigo el asunto a colación? Por
dos motivos: el más relevante: no se me ocurrió otra cosa qué escribir. Y porque el tema, por sí, es todo un caso.
Que Buñuel filmara un final feliz para Los Olvidados va en contra de cualquiera
consideración, fama, trayectoria, postura surrealista. Va en contra de todo,
carajo.
Y Los Olvidados no se acaba. Sigue apareciendo más material. Los Olvidados ya la hizo, ya ven, está en el
proyecto Memoria del Mundo de la UNESCO.
La película resiste todo, hasta que el lisiado hable cuando tiene la
boca cerrada, los diálogos del director del reformatorio no tengan fuerza y se
note el hilito cuando cae la gallina.
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