lunes, 1 de octubre de 2018

LOS ADIOSES





     Por Joaquín Peña Arana

     Pobre Rosario. Pobre.

     Tan rebelde contra el machismo y lo dejó entrar a su casa. Tan feliz que estaba soltera y superestrella de la literatura mexicana, resplandeciente y sola. Pero tenía que hacerle caso a ese infeliz de Ricardo Guerra, a cuyo encanto sucumbió por segunda vez. Ese hombre. Esos hombres. Porque en la vida de Rosario Castellanos los hombres son perdición, dolor, crueldad.

     El marido. Ese envidioso que no la deja trabajar. Ese estúpido que la interrumpe porque no aguanta la soltura con la que ella escribe; ese borracho que la importuna y la pone en ridículo; ese infiel que la engaña a plena vista por los pasillos de la UNAM. Pobre Rosario. Tan luchadora y feminista por fuera pero incapaz de combatir y vencer al machista que tiene en la alcoba. Porque parece que Ricardo Guerra no sirve para otra cosa más que para ser machista (y robarse libros). Pobre mediocre a lado de la gran escritora, salvada y condenada a morir por otro hombre, Luis Echeverría, quien la hizo embajadora en Israel. Y Rosario vivió sus mejores años lejos de México y su machismo. Pero eso no es mencionado en la película. No. En ella sólo es Rosario-Ricardo-Feminismo-Machismo. Narrativa no convencional. Y me acordé de Miroslava, la de Alejandro Pelayo. Y me acordé de Henry & June. Una y otra vez Henry & June. No pude evitar evocar esa película que tanta fascinación ejerció en mí. ¿Por qué Los Adioses no logró ese efecto? ¿Será que me brotó el machista que guardo los 364 días 10 horas del año?

     Pobre Rosario. Tan sola. Mujer al borde de un ataque de nervios. De esas mujeres que aman demasiado. Quiere ser libre  pero su dolor es Guerra, su atadura es Guerra, su infierno es Guerra. ¿No hubo mujer a la vista quién le apoyara? Quizás la que le ayudaba en la casa no fuera suficiente para hacerla de confidente (la que, por cierto, se llama María y es morenita, chaparrita y gordita).

     Los Adioses es una película feminista. Y eso la pone a salvo de cualquier crítica.  Y sin embargo…Rosario, pobre Rosario.


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