Captura de pantalla
Por Joaquín
Peña Arana
Me enteré de
la forma en que, de un tiempo para acá, recibimos esos afortunados
descubrimientos que ni siquiera imaginamos su existencia.
Lo vi en Facebook.
Manuel
Arango Arias fue premiado como productor del hermoso documental Centinelas del
Silencio: un vistazo a vuelo de pájaro de los más representativos vestigios
prehispánicos de nuestro país. Fue realizado en dos versiones, narrado en
inglés por Orson Welles y en español por Ricardo Montalbán. Y en esta
época en que creemos – o algunas personas creen – que los únicos mexicanos
premiados con el Óscar son González Iñárritu, Cuáron y Del Toro, brota por ahí
quien, desde gayola, grite: “¡se equivocan, primero fue Gonzalo Gavira, el de
los ruidos de miedo en El Exorcista!”, pero ese gritón también yerra. Antes fue
Manuel Arango Arias. Hijo de Jerónimo Arango Díaz, empresario asturiano quien
llegó en 1912 a Tampico, Tamaulipas, cuando tenía 14 años de edad. Ahí creció,
se hizo comerciante y nacieron sus hijos e hijas pero fueron ellos, Jerónimo,
Plácido y Manuel, quienes continuaron por el sendero de los negocios. Sus
nombres están vinculados a la creación de las tiendas Aurrerá, los restaurantes
Vip´s, el grupo Cifra.
Y todo lo
anterior está muy bien y da para otro artículo que podría compartirles en una
venturosa siguiente ocasión. Pero, esta vez, la anécdota que quiero
compartirles es la siguiente: un tamaulipeco, porteño de nacimiento, empresario
fundamental, es la vez ganador de la tan cotizada estatuilla. Uno ama el
cine y entre la multiplicidad de datos que se han ido recogiendo en el camino
vinculados con Tamaulipas– que El Tesoro de la Sierra Madre fue filmada en
Tampico, que Matamoros lo mismo aparece en las películas de los Almada que en
Puños Rosas, que nuestras glorias cinematográficas son Mauricio Garcés, Tun
Tun, et al) es evidente que no sabemos todo, que nos falta mucho por aprender y
qué delicia puede ser cuando de nuestra tierra y nuestros personajes se trata.
Centinelas
del Silencio: un viaje a nuestros ancestros. Un grato descubrimiento.
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