Por Joaquín Peña Arana
Para Alison Gregor
Woodstock es el testimonio más completo y fidedigno de la idiosincracia hippie, herencia única de Michael Wadleigh quien en su primera película desbordó las posibilidades documentales de la música rock. Su forma de darle cobertura al festival fue innovadora, muchas cámaras, muchas voces, casi todos los ángulos cubiertos, mostrando a los desinhibidos asistentes fumando marihuana, desnudos, irritados, felices, haciendo el amor, abandonados a su búsqueda del yo : todo lo que pueda acontecer en un mar de medio millón de personas.
La técnica de los cuadros múltiples en la pantalla hizo escuela, yo suelo referirme a ella como “el estilo Woodstock”, fue una manera muy inteligente de aprovechar los kilómetros de cinta filmados. Simplificar en apenas un puñado de artistas los tres días de jornada representó un gran sacrificio, cuántas buenas actuaciones quedaron fuera. A cambio, lo que se quedó pasó a la inmortalidad : The Who, Richie Havens, Joan Baez, Santana, Crosby, Still & Nash, Country Joe McDonald. John Sebastian hasta la madre de drogado. Joe Cocker inmortalizado en su desgarrador With a Little Help from my Friends. ¿Existe versión más extraordinaria y estremecedora del himno estadounidense que la de Jimi Hendrix?
Qué lejanos se ven aquellos años de amor y paz, greña larga, ropa psicodélica y frenesí por romper con lo establecido, todo con un poco de rock, folk y algo de droga. Por eso Woodstock cumple su función como documental. Nos obsequia un irrepetible anhelo de vida.
9 DE AGOSTO DEL 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario