Por Joaquín Peña Arana
No inventen, ¿cómo que Marlon Brando?
Ya sé que aunque haya sido un rajón Elian Kazan fue un genio de la cinematografía que nos legó joyas como ésta, porque ¡Viva Zapata! es una gran película. Aquí el asunto es Marlon. Tanto él como Kazan venían de vivir un exitazo con Un Tranvía Llamado Deseo, quizás fue eso lo que motivó su elección para encarnar a Emiliano Zapata.
Posiblemente si yo fuera español, argentino, africano, francés o ruso, vería una actuación monumental, animal, orgásmica, pero ¡chin!, soy mexicano, y como la historia de Zapata me es familiar quedé con el ojo cuadrado cuando atestigué lo que me parecía cosa de locos : ¿Marlon Brando de Zapata? Lo he visto en sus otros papeles : Julio César, Napoleón, don Vito ó viudo seductor que usa mantequilla y baila tango. Todos maravillosos. Pero nomás de ver su maquillaje y peinado qué onda.
Durante toda la película está en miscasting, el resto del elenco se ve y siente bien en sus respectivos papeles, por algo Anthony Quinn se ganó el Oscar por actuación secundaria (es más, creo que da mejor el gatazo como Zapata que Brando), hasta Jean Peters se ve creíble, me recuerda a una de nuestras estrellas del cine mexicano cuarentón, el único extraño es ese Francisco I. Madero que escogieron, ¿no se echaron un clavado al Archivo Casasola? En cuanto al rigor histórico al menos el escritor John Steinbeck se tomó la molestia de documentarse, el detalle de Zapata negándose a sentar en la silla presidencial es notable.
No digo que no vean ¡Viva Zapata! sino que se la tomen tranquila. O a lo mejor estoy siendo demasiado papista, total, es Marlon Brando. Todo se le perdona.