Por Joaquín Peña Arana
El frenesí por preguntar
Años antes que supiéramos de su existencia tras el éxito de Bowling for Columbine, su tronate discurso en la entrega del Oscar y su campaña antiBush, Michael Moore ya tenía su fama en Estados Unidos, tanto, que en 1996 escribió un libro y le organizaron una gira de presentaciones personales. Sobre la marcha, decide filmar un documental acerca del desempleo, el enriquecimiento de las corporaciones y la visión del ciudadano común que se ha quedado sin trabajo porque la empresa cerró y se fue al extranjero. Ese es el eje temático de The Big One.
Aquí vemos al Moore característico de la primera época de sus documentales : ácidas puntadas de irrumpir en las oficinas centrales de las grandes firmas y ,paralelamente, recopila testimonios de gente que enfrenta los estragos de una economía personal cada vez más asfixiante. El estilo de Moore bien puede interpretarse como tramposo, ¿quién no se va a mostrar medroso si alguien, cámara en mano, de repente le cae encima?, pero se documenta sobre los temas que aborda, está abierto siempre a la confrontación, no desvía su interés en cuestionar, cuestionar, cuestionar. Poco a poco irá puliendo su forma de trabajo a obras más depuradas y redondas, Sicko es un ejemplo de esa madurez.
Como en otras ocasiones (y en las que están por venir) llama la atención su desfachatez para señalar a empresas, marcas, personajes, sin que parezca temerle a una demanda, ¿cómo le hace?, yo quisiera saberlo. Quizás por eso Moore se maneja con su propia productora. Nada como la independencia cuando tienes ganas de decir las cosas.
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