sábado, 27 de febrero de 2010

SOBRE LAS OLAS DE MIGUEL ZACARÍAS





     Por Joaquín Peña Arana                                    

     El cine, como la vida, también da vueltas

    Cuando vi ¡Vámonos con Pancho Villa! me convencí que sí es una gran película. Así como El Ciudadano Kane debe buena parte de su fama a que la revista Sight & Sound la tiene colocada desde hace un buen en el primer lugar de las mejores del mundo, algo parecido ocurre con ¡Vámonos con Pancho Villa!, la cual sólo era ubicada por conocedores hasta que la revista Somos hizo su convocatoria de expertos para sacar nuestra propia lista de las cien mejores películas mexicanas y ¡papas! la supieron mero arriba.

    Me pregunto si con el tiempo esa revalorización ocurrirá con Sobre Las Olas de Miguel Zacarías.  Esa fue su primer cinta, es de allá de 1933 y, obviamente, su temática gira en torno a la descripción biográfica de Juventino Rosas. Lo que me llamó la atención fue la estructura de su narrativa y su manejo de cámara. ¿Qué tipo de cine había visto Miguel Zacarías, o acaso todo brotó del libre albedrío?

 Si bien se aprecia lenta, concentrada en describir tanto la dura batalla de Rosas para abrirse paso en su carrera como la forma en que enamoró de Margarita, lo que me llamó la atención fueron los detalles técnicos : el uso de una extraña y envolvente iluminación en interiores, la cámara que se mueve y busca detalles constantemente, las disolvencias en momentos que parecerían fuera de lugar, incluso una cámara que se balancea junto con la pareja del columpio. A lo mejor exagero sobre el impacto inicial que me causó esta película pero no pude permanecer indiferente. Zacarías realizaría después películas memorables con repartos de época. Por cierto, murió a los 101 años.  




lunes, 22 de febrero de 2010

PERDÓN, AMORES PERROS





     Por Joaquín Peña Arana


     Sí señor, cómo no


     Porque me porté mal. Lo admito.  Fue Minerva quien me recordó, años después que fuimos a verla, que yo había salido del cine emitiendo un juicio severo, implacable.  Me tomó años digerir la película. Luego, aceptarla. Finalmente, quererla.

¿Qué habré dicho en ese entonces? “¿Unir varias historias en una?, ¡eso ya se ha hecho, desde Rashomon para acá!”. “¿Control Machete?, ¿Lucha de Gigantes?, qué oportunistas aprovechando la moda”, “Gael parece más un pibe argentino que un chavo de barrio mexicano”.   Y sin embargo, algo había en esas historias urbanas, en esas imágenes de extraña plasticidad, esa película de abundante cámara al hombro, sensación platinada, verduzca, azuloide. Pero, ah, tenía que sentirme el típico crítico de cine idiota.

Luego vino la fama.  Yo seguía cauteloso pero confieso que celebré esa irrupción mediática mundial :  Cannes, candidatura al Oscar, Amores Perros para acá, Amores Perros para allá.  Años después, ¡sorpresa!, te pasaron en la tele. La agarré ya empezada, más o menos donde El Chivo llevó al Cofi a su casa. Y ya no me despegué de la pantalla. Cómo madura uno en unos cuantos años. Dejé para siempre la maldita impostura de crítico de cine y me acepté como el cinéfilo que soy.  Tiempo después la compré en DVD. Con las voces de González Iñárritu y Arriaga explicando la película fue como descubrir una película nueva, conocerla por dentro, verle el alma. Casi como amanecerme con la mujer con la que siempre quise amanecerme (pero, ay, Carmen Aristegui estás taaaan lejos).

Así las cosas y para terminar, va de nuevo : perdón Amores Perros. Que el pasado quede atrás. 



domingo, 14 de febrero de 2010

UNA PELÍCULA DE HUEVOS




    Por Joaquín Peña Arana

    “¿Quién lo quelle?”
   

     Nunca fui fan de los Huevocartoons. Sabía de su existencia y en alguna ocasión un amigo me pasó un DVD con una selección de algunos de los chistes pero hasta ahí.  Quizás por eso nunca me formé una expectativa frente a Una Película de Huevos y por tal no salí del cine mentando madres como otras tantas personas que esperaban ver una adaptación de lo que ya disfrutaban en internet.

Creo que la Película de Huevos tiene lo suficiente para que las generaciones que la vean en cosa de diez o veinte años la disfruten como lo que es : una animación sobre las desventuras de unos huevos y un tocino.   Ahh,   maldita   vecindad   con Estados Unidos que nos lleva inmediatamente, por un lado, a compararla con las producciones  hollywoodenses y, por otro, a verle mil y un defectos por el pecado de ser una película mexicana.

Una Película de Huevos es el tipo de cinta que deberíamos ver más seguido en los cines del país, no porque sea la gran maravilla, en sí la película es buena, entretenida, pero nuestra cartelera necesita exhibir más películas de manufactura nacional para que la gente vaya a reirse y entretenerse un rato. Y nada más.  

En la vida no todo tiene que ser Una Película de Huevos pero, por favor, no frieguen si pretenden que todo sea Luz Silenciosa. No inventen.

domingo, 7 de febrero de 2010

¿EN DÓNDE ESTÁS, HERMANO? (OH BROTHER, WHERE ART THOU?)




    Por Joaquín Peña Arana


   “La ley es una institución del hombre”


Esos hermanos Coen son todo un caso.  Claro, no se trata sólo de ellos, la obra tiene que ir cimentada con buenos pilares y recubrimiento.  El asunto de hacer una adaptación de La Odisea en unos años treinta estadounidenses de conflictos raciales y modernidad incipiente se logra a través de un buen equilibrio de factores. Oh Brother, Where Art Thou? definitivamente no defrauda.

 Si vamos más allá de la historia de los fugitivos – dos llevados por la ambición, uno por el amor a su esposa – tenemos un rompecabezas de lo que los teóricos del ramo podrían bautizar como la América Profunda : el Estados Unidos rural, instalado todavía con un pie en la radio, el cine, los almacenes, la hidroeléctrica y con el otro en la pobreza, la ignorancia, el KKK, la manipulación política (bueno, esa siempre está de moda). Acertijo sociocultural que enmarca el viaje en busca de una promesa.

Habrá quien espera más de una película de bandidos que se convierten en héroes pero , por favor, esto es cine y es de los Coen, que salga George Clooney no significa que tenga que ser una de acción. Cómo resistirse al encanto de los traseros empapados.