Por Joaquín Peña Arana
Disculpen pero ¿en verdad se puede poner en duda la trascendencia de Jesús de Nazaret? Es fecha que no dejan de estar ocupándose de él: o millones de personas decidieron convertirlo en su guía y modelo o es el juguete predilecto para ser insultado, despreciado, ridiculizado. Y tal parece que jugarle al irreverente, en ocasiones, tiene sus beneficios.
En ese sentido, me permito preguntar ¿De verdad “La Última Tentación de Cristo” es tan grande como dicen?
Vámonos por partes. Cuando Scorsese empezó a filmarla, sabía en la que se estaba metiendo. Debió tener el antecedente de las broncas que tuvo Nikos Kazantzakis cuando publicó su novela en 1951 (yo tampoco sabía que la película de Scorsese se basó en la obra del mismo nombre de este autor griego). La estrenó en 1988 y le llovió por todas partes. Intuyo que para los dogmáticos no era de celebrar eso de mostrar a Jesús temeroso, cobardón, inseguro, trabajando para los romanos (les fabricaba cruces para clavar judíos rebeldes), además de echarse un besote con Judas, retomar los pendientes amorosos que tuvo con María Magdalena, entre otras tantas peripecias. Pongámoslo al revés : si a los (dizque o reales) libres pensadores les hubieran tocado alguna de sus figuras sagradas (las que sean: Rimbaud, Sartre, Beauvior, Camus, Kerouac, Burroughs, etc. etc. etc. ) ¿hubieran respetado una forma diferente de expresión o habrían montado en tremendas coléricas rabietas convocado al linchamiento – real o literario, todo depende de la capacidad de convocatoria – del presunto responsable?
Vámonos por partes. Cuando Scorsese empezó a filmarla, sabía en la que se estaba metiendo. Debió tener el antecedente de las broncas que tuvo Nikos Kazantzakis cuando publicó su novela en 1951 (yo tampoco sabía que la película de Scorsese se basó en la obra del mismo nombre de este autor griego). La estrenó en 1988 y le llovió por todas partes. Intuyo que para los dogmáticos no era de celebrar eso de mostrar a Jesús temeroso, cobardón, inseguro, trabajando para los romanos (les fabricaba cruces para clavar judíos rebeldes), además de echarse un besote con Judas, retomar los pendientes amorosos que tuvo con María Magdalena, entre otras tantas peripecias. Pongámoslo al revés : si a los (dizque o reales) libres pensadores les hubieran tocado alguna de sus figuras sagradas (las que sean: Rimbaud, Sartre, Beauvior, Camus, Kerouac, Burroughs, etc. etc. etc. ) ¿hubieran respetado una forma diferente de expresión o habrían montado en tremendas coléricas rabietas convocado al linchamiento – real o literario, todo depende de la capacidad de convocatoria – del presunto responsable?
La iglesia católica y demás grupos creyentes en Jesús estuvieron en su derecho a protestar como Scorsese – y en su momento, Kazantzakis – estuvieron en su derecho a defender su obra. Punto. De eso a la censura o a la violencia, pérenme, la onda no va por ahí. Ya ven, aquí en México tardó alrededor de 15 años en que la viéramos en cartelera (la estrenaron casi silenciosamente, más o menos en los tiempos de “La Pasión de Cristo” de Gibson).
No dejo a lado la escalofriante actuación de Willem Dafoe y el soporte maravilloso de Harvey Keytel, el trabajo del cámara Michael Ballhaus, la adaptación del guionista Paul Schrader, la música de Peter Gabriel, aunado a un reparto de lux. Hubo una suma de esfuerzos que se tradujo en un resultado magnífico.
“La Última Tentación de Cristo” es una gran película, pero insisto: si en vez de Jesús el tema fuera otro, ¿de verdad la tomarían como grandiosa o sólo es un cliché más?
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