Por Joaquín Peña Arana
Y de pronto: todo salió mal en cosa de unos minutos. Era el golpe perfecto. Eran, también, otros tiempos. Si ahora ocurriera algo semejante no tarda en entrar un equipo SWAT a barrer con todos los que parezcan malos, el circo mediático se hubiera generado no en cosa de minutos sino en segundos, se convertiría en noticia mundial instantáneamente. Y lo olvidaríamos en un par de días.
O. Henry tenía la seguridad que cada persona es “una historia digna de ser contada”. ¿Cuántas como la que inspiró “Tarde de Perros” se escriben a diario?
De los años sesenta a los setenta se dieron pasos gigantescos y fundamentales en la evolución para narrar una historia cinematográfica. Yo siento que el cine estadounidense de los setentas tuvo características muy definidas, herencia de tendencias cinematográficas que le antecedieron concatenado con los movimientos sociales que caracterizaron a la época. Casi se abandonó la disolvencia, como si todo tuviera que ser a corte directo, firme, restándole suavidad a las secuencias. Los contenidos eran historias sin necesariamente final feliz: se favoreció la historia rica en aspectos sociales y de protesta.
“Tarde de Perros” ofrece una dirección impecable. Después de haber debutado exitosamente con “12 Angry Men”, en 1957, Sidney Lumet tuvo varios altibajos hasta que agarró un segundo aire con “Serpico”, en 1973, dirigiendo a Al Pacino. Dos años después, actor y director volvieron a trabajar juntos en “Tarde de Perros”. Pacino hizo pareja con un gran amigo, John Cazale; ambos venían de compartir “El Padrino” y “El Padrino” parte II. Cuando el cine me atrapó, en los años ochenta, noté que no volví a ver a Cazale en película alguna. Tiempo después me enteré que, consumido por el cáncer, había muerto luego de hacer “El Francotirador” (The Deer Hunter).
Pacino y Cazale obsequiaron grandes interpretaciones. Sidney Lumet, una película inolvidable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario