Por Joaquín Peña Arana
Con el tiempo, este documental se ha convertido en testimonio de un periodo político que, ahora, parece tan lejano, ajeno. Invento de un dictador enfermo de poder.
Estamos hablando de 1979. Que un músico de rock se presentara en la Unión Soviética era una hazaña. Elton John, tan acostumbrado a llenar estadios y pasear su extravagancia, enfrentó a un público opuesto a todo lo que él conocía hasta ese momento.
Entre canción y canción se percibe la atmósfera socialista de la Rusia de aquel entonces: opresiva, absorbente, totalitaria. Empezamos a sospechar que algo muy distinto les espera a Elton y a Ray Cooper al ser recibidos en la estación de ferrocarriles por apenas una pequeña comitiva. “Ah, caray”, debió pensar Elton, “¿y el gentío, la prensa, los fanáticos?”.
La Cortina de Hierro parecía inexpugnable.
Poco a poco, la calidad y carisma de ambos músicos se imponen a la frialdad del status social impuesto por el régimen. Los documentalistas Ian La Frenais y Dick Flement no limitan a un documental de giras: capturan al ciudadano soviético. El de rostro blancuzco, a veces duro y rústico, pero no inmune al dolor o la alegría y destruye su hielo mental para estallar en los conciertos del rocker inglés.
El documental es también una fiel prueba de la capacidad de Ray Cooper como percusionista y showman, cualidades que logran opacar su aspecto de enterrador inglés. El mundo del rock no necesariamente es de las súper estrellas, hay terreno para extraordinarios músicos de soporte que pueden escribir sus propias páginas de gloria. Quizás la contribución de Cooper al rock no ha sido debidamente valorada.
A Rusia con Elton es la ruta de una gira imposible en un tiempo de oscurantismo, testimonio de una época. Es memoria musical y repaso histórico. No faltará quien diga que la gira de Elton John le provocó al comunismo soviético su primera grieta.
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