Por
Joaquín Peña Arana
Por
lo visto, soy yo el que está mal.
Para
escribir esta opinión me aventé un chapuzón a cuanta opinión logré encontrar
sobre este documental de Emilio Mallé. ¿Que quién carambas es Emilio Mallé? Un
director mexicano que estudió letras francesas y cine en París, ha dirigido
varios documentales y también una película de ficción, Rosario Tijeras. También
ha dirigido episodios de las series mexicanas YX y Los Minondo.
Pero
yo de eso nada sabía - o no me acordaba - cuando entré a la sala, atraído por la promesa
de un documental que nos haría caer de hinojos ante la monumental figura de
Gabriel Figueroa. ¿Quién carambas es Gabriel Figueroa? El director de cámara predilecto
del Indio Fernández (20 películas) y también de Luis Buñuel (siete películas),
además de trabajar con John Ford y John Huston. A Figueroa se le debe la
estética poderosa, bella, magistral, plástica, que caracteriza la llamada Época
de Oro del cine mexicano. Es el mero mero de la lente, el único, el insustituible.
El amo de pintar con luz y sombra el lienzo del cine nacional.
Emilio
Mallé le rinde homenaje ofreciendo un documental que mezcla imágenes de algunas
de sus más notables películas con las opiniones que, sobre Figueroa, expresan
29 cinefotógrafos que representan periodos a veces muy distantes pero unidos
por el amor al cine. Confieso que si una lección me ofrece el documental de Mallé
es detenerme a conocer más los nombres y el trabajo de quienes se encargan de
la cámara. Un gran acierto del documental es presentar a cada cinefotógrafo al
final, con nombre, películas representativas y directores. “Ay buey, ese
trabajó con Kurosawa, no inventes…y ese con Fellini, y ese con Ford Coppola” y
brotan Spielberg, Almodóvar, Antonioni, Woody Allen, Lars Von Trier y mejor
aquí le paro.
Fuera
de eso…no sé. Siento que hay desorden. Sí, hay mucha maravilla de ver en
pantalla grande las imágenes de Figueroa pero los audios escogidos de cada participante...no
sé. Es un gran esfuerzo reunirlos. No demerito eso. El asunto es que no pude
sentir equilibrio de imágenes con entrevistas. Más de una vez me pareció que la
música no correspondía al vibrante momento plasmado en pantalla. A veces, sentí
que las opiniones no me estaban diciendo algo sustancioso. Sí, son ellos, los que saben, los hombres de
la cámara, y vale lo que digan, hay frases valiosas. Debe haberlas.
Por
eso digo: el que está mal soy yo. Las opiniones que leí, unidas en elogios. Quizás
necesito verla una, dos, cinco veces. Aprender más sobre cine. Con el tiempo,
quizás, escriba algo totalmente diferente o, mejor aún, por fin logre dar el
salto detrás de la pantalla. Con el tiempo.
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