Por
Joaquín Peña Arana
¡Es
milagroso, emocionante, asombroso!
Disculpen
mi entusiasmo pero no puedo evitarlo. Soy parte de esa generación que no tuvo mayor
referencia de la grandiosa película de Fritz Lang hasta que Giorgio Moroder
hizo su versión musical allá en los ochenta. Jamás la vi. Lo más cercano era el
videoclip de Bonnie Tyler.
La llegada del video me permitió verla por primera vez en una versión de 115 minutos. Una mala
copia totalmente silente. Los años nos hicieron llegar a la era del DVD.
Tropecé de nuevo con Metrópolis pero no hubo mucha diferencia: mismas
deficiencias. Misma duración. La era de la Internet me permitió acercamientos a la restauración del 2002. Lo sorprendente para mí era la calidad de las
imágenes, ¡limpiecitas, como acabadas de salir del horno! Pero, además, escenas
nunca antes vistas.
Entonces,
allá por el 2008, ocurrió el descubrimiento de la copia casi íntegra en Argentina. En pésimas condiciones pero con más de 20 minutos de material que se
creía perdido. Otros materiales de Nueva Zelandia y Australia hicieron el
resto.
Hasta
esta semana pude sentarme a verla tranquilo, con la compu conectada a la
pantalla. Una versión subtitulada y musicalizada que alguien subió a Youtube. 2
horas y media de duración.
Ver
Metrópolis en su versión más cercana es emocionante. La calidad de la restauración
permite ver el filme con una pulcritud que no deja de asombrarme. Se reconocen
los foros, los tiros de luz, las facciones. Nitidez conmovedora. El milagro
argentino permite reconstruir la historia y descubrir que hay más de lo que
había conocido durante tantos años. Papeles que antes se tomaban como menores
cobran fuerza notable. Josaphat ocupa una relevante importancia en los
acontecimientos. El obrero 11811 no sólo es un tipo que desaparece cuando se
siente liberado. Ah, y ese Hombre Delgado, maquiavélico. A la orden del amo.
Me
asombró también descubrir que no todo el filme transcurre en los subterráneos o
en los exteriores urbanos ya conocidos. Supuse que, quizás, existiría un
pedacito de película que complementara el abrupto final. Me equivoqué. A cambio,
el cierre balancea y compensa todo.
Quedé satisfecho. Muy satisfecho.
No
pude dejar de pensar en los rostros en la pantalla. Brigitte Helm, Alfred Abel,Gustav Fröhlich, Rudolf Klein-Rogge, el resto de los actores. Los extras, los
cientos de extras. Tanta gente en esta maravilla. Pensar que todos ya murieron
y el cine y la tecnología les permite seguir con nosotros para volver a sentir,
amar, odiar, luchar, perdonar. Vivir.
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