Por
Joaquín Peña Arana
Alguna
vez nos hemos tropezado con alguien que divulga detalles íntimos de su familia
porque (cree que) dedicarse al arte le otorga esa licencia. Por lo común, suele
ser un tétrico retrato de disfuncionalidad.
Los motivos varían: puede ser un acto para exorcizar las entrañas, una venganza contra esa maldita familia que le jodió la existencia o simple y llano exhibicionismo canalla.
¿Cuál
de esas pudo ser la intención de Guillaume Galliene? Pienso que ni una de esas.
Chicos
y Guillermo, ¡a comer! es un profundo examen de la búsqueda de una identidad.
Una lucha que brota desde la imperiosa necesidad de la definición. En un principio parece comedia muy a la
europea, con gags que construyen el hilo conductor. En el cine escuché en
varias ocasiones tremendas risas en algunas escenas, pero en ese momento ya me
había instalado en el otro lado de la historia. “Esto no es una comedia, es algo más”.
La
sinceridad de Guillaume Galliene desarma. En el cine, a veces, se perdonan
fallas de filmación, malas actuaciones, enredos en el guión y cámaras mal dirigidas
a cambio de ponderar el producto en su esencia final. No es el caso de esta
opera prima. Galliene acierta en todo y eso se reflejó con los cinco César que
recibió este 2014.
Gran
triunfador Guillaume Galliene. Pero no por arrasar con los premios que otorga el cine francés, sino al
sobreponerse a una infancia y juventud exterminadoras, incendiaria en prejuicios, rechazos, etiquetas. Dolor. Mucho
dolor interno, el que a veces resulta peor que el físico porque ¿cómo lo arrancas del alma? Quizás para eso se necesita, primero, hacer una obra de
teatro, interpretar a más de 50 personajes en escena y luego concebir una
ambiciosa idea: ¿y si esta historia de teatro la llevo al cine y no sólo me
interpreto sino también a mi madre?
Se
puede salir llorando luego de ver Chicos y Guillermo, ¡a comer! porque no es
una comedia como tal. Tampoco un drama. Es una confesión, una terapia a
bocajarro con la cual, espero y confío, Guillaume haya logrado curar todos sus
demonios.
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