domingo, 11 de octubre de 2015

HAY DÍAS ASÍ




Por Joaquín Peña Arana


Uno llega con toda la disposición para comprar el boleto, ingresar a la sala y disfrutar de una cinta prometedora. En este caso, ya se pasaron varias de las películas del Tour de Cine Francés de este año pero, ahh, la de François Ozon no se puede escapar. Sí, se reconoce que el cuerpo se siente engarrotado: el precio de un trabajo sedentario, a veces en demasía, pero por esta vez se puede sobrellevar.

Como de costumbre, sala semivacía. Casi siempre estos asuntos son de adultos, ya sean solitarios (como yo comprenderé), el matrimonio maduro o los amigos ya de cierta edad. Pero entonces, como Marlon Brando en Apocalipsis Ahora, el horror...el horror.

Son cuatro, cinco, seis personas. Muchachos, muchachas. Entran más. Entonces, uno recuerda: es miércoles. Esta cadena de cines acostumbra que el miércoles sea 2x1 o el boleto cueste menos o algo así. El caso es que es el día aprovechado por la pubertad para lo que sea menos ver la película. Porque estos que entraron, los de mero arriba, no susurran. Hablan. Gritan. Ríen. Se toman selfies. Y eso que la película ya empezó. Antes, me encontré a Antonio (gran poeta y cinéfilo) y fui a saludarlo pero una vez que empezaron los cortos le advertí que acostumbro sentarme en las esquinas para huir de los que creen estar en la sala de la casa y no en una de cine. Pero no fue suficiente.

En esas estaba y Una Nueva Amiga de Ozon ya llevaba sus minutos de haber iniciado cuando sentí una punzada en la vejiga y minutos después otra donde les platiqué. Resistí, les juro que resistí, pero el llamado de la naturaleza fue más poderoso. Qué hacer contra los minutos perdidos en el baño. ¿En qué irá la película? La dejé cuando la suegra cayó de sorpresa. Ahora, el cuerpo recupera su engarrotamiento. Piernas que hormiguean por la sangre que exige circular y músculos que imploran estirarse. La suerte está echada.

Al salir, los pasos no retornan a la sala. Se dirigen a la salida, al espacioso pasillo del centro comercial. Caminar. Sólo caminar. Uno-dos-uno-dos-uno-dos-uno-dos. El cuerpo deja de doler. Se recupera un poco de paz. ¿Y François Ozon? ¿Y Una Nueva Amiga? Entonces uno recuerda a la chamacada que grita, ríe y habla en voz alta importándoles un comino el cine francés. En fin, será en otra ocasión. Lo bueno es que Toño no es de los que les gusta contar los finales.

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