Por
Joaquín Peña Arana
Uno llega con toda la disposición
para comprar el boleto, ingresar a la sala y disfrutar de una cinta
prometedora. En este caso, ya se pasaron varias de las películas del
Tour de Cine Francés de este año pero, ahh, la de François
Ozon no se puede escapar. Sí, se reconoce que el cuerpo se siente
engarrotado: el precio de un trabajo sedentario, a veces en demasía,
pero por esta vez se puede sobrellevar.
Como
de costumbre, sala semivacía. Casi siempre estos asuntos son de
adultos, ya sean solitarios (como yo comprenderé), el matrimonio
maduro o los amigos ya de cierta edad. Pero entonces, como Marlon
Brando en Apocalipsis Ahora, el horror...el horror.
Son
cuatro, cinco, seis personas. Muchachos, muchachas. Entran más.
Entonces, uno recuerda: es miércoles. Esta cadena de cines
acostumbra que el miércoles sea 2x1 o el boleto cueste menos o algo
así. El caso es que es el día aprovechado por la pubertad para lo
que sea menos ver la película. Porque estos que entraron, los de
mero arriba, no susurran. Hablan. Gritan. Ríen. Se toman selfies. Y
eso que la película ya empezó. Antes, me encontré a Antonio (gran
poeta y cinéfilo) y fui a saludarlo pero una vez que empezaron los
cortos le advertí que acostumbro sentarme en las esquinas para huir
de los que creen estar en la sala de la casa y no en una de cine.
Pero no fue suficiente.
En
esas estaba y Una Nueva Amiga de Ozon ya llevaba sus minutos de haber
iniciado cuando sentí una punzada en la vejiga y minutos después
otra donde les platiqué. Resistí, les juro que resistí, pero el
llamado de la naturaleza fue más poderoso. Qué hacer contra los
minutos perdidos en el baño. ¿En qué irá la película? La dejé
cuando la suegra cayó de sorpresa. Ahora, el cuerpo recupera su
engarrotamiento. Piernas que hormiguean por la sangre que exige
circular y músculos que imploran estirarse. La suerte está echada.
Al salir, los pasos no retornan a
la sala. Se dirigen a la salida, al espacioso pasillo del
centro comercial. Caminar. Sólo caminar.
Uno-dos-uno-dos-uno-dos-uno-dos. El cuerpo deja de doler. Se
recupera un poco de paz. ¿Y François
Ozon? ¿Y Una Nueva Amiga? Entonces uno recuerda a la chamacada que
grita, ríe y habla en voz alta importándoles un comino el cine
francés. En fin, será en otra ocasión. Lo bueno es que Toño no
es de los que les gusta contar los finales.
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