domingo, 19 de junio de 2016

EL CINE EN MASA NO SIEMPRE ES TORTURA




Por Joaquín Peña Arana


He ido incontables veces al cine solo. 

Me ha tocado ser el único en la sala y la he pasado bien viviendo intensamente la película, pero algunas de las mejores experiencias que he tenido en el cine han sido con una sala llena. No me gusta estar rodeado de gente por las incomodidades de costumbre - gente charlando, otros que platican la película, golpes en la butaca de un pie trasero, celulares que suenan y un largo etcétera - pero cuando el interés por la película es colectivo se transforma en comunión.

A bote pronto, recuerdo los llenos cuando vi JFK; Sexo, Pudor y Lágrimas, Titanic, La Pasión de Cristo o Star Wars: El Despertar de la Fuerza. Gente conectada con la misma historia, gozando, sufriendo, celebrando o entristeciéndose con lo que la pantalla nos compartía. Sé que algunas de las películas que enumeré no son de la preferencia de quienes son (o dicen ser) pensantes, conocedores o intelectuales. Puedo imaginarme sus gestos de respulsión. Pero, qué quieren: SOY CINÉFILO. Me gusta el cine y esa cualidad me permite ver lo que me plazca. Puedo gozar El Árbol de la Vida o Steve Jobs, El Circo de Charles Chaplin, M de Fritz Lang o Mad Max: Furia en el Camino.


Quisiera poder ver un día 2001 o Ben Hur en una pantalla panorámica. No me importaría ser el único en la sala pero tampoco me haría mal estar acompañado por butacas llenas de personas que compartan mi placer.



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