Por Joaquín Peña Arana
Lo noté por accidente
pero era demasiado tarde.
Como tantos cinéfilos de la vieja guardia, además de cumplir con el rito de ir a sala cinematográfica me suscribí a los sitios de renta de películas. Pasé del formato beta al VHS y de ahí al DVD y al Blu-Ray. Fui un miembro más de Blockbuster, la cadena que aquí en México terminó por apoderarse del mercado.
Como tantos cinéfilos de la vieja guardia, además de cumplir con el rito de ir a sala cinematográfica me suscribí a los sitios de renta de películas. Pasé del formato beta al VHS y de ahí al DVD y al Blu-Ray. Fui un miembro más de Blockbuster, la cadena que aquí en México terminó por apoderarse del mercado.
En 2014 la cadena fue
comprada por Grupo Elektra y para la segunda mitad del 2015 se informó que
dejaría de llamarse Blockbuster para
transformarse en B-Store. Los medios especializados adelantaron que poco
a poco, eliminarían la división de películas para cambiar el giro comercial. Pensé que la transición tomaría más tiempo
pero ocurrió cuando menos esperé y de la forma más ruda e impredecible. Aquí en
la ciudad, una de sus sucursales estaba en un centro comercial. De repente a
uno lo atrapan malas rachas, así fueron espaciándose los tiempos de ir a rentar
o husmear pero, en una de esas, empecé a ver algunos lugares vacíos. “Estamos
renovando el stock”. Ah, bueno.
Pasaron las semanas y
esos lugares fueron ganando espacio. “¿Y ora, qué está pasando?”, pero justo es
ahí cuando la curiosidad debe imponerse pero las prisas, el “lo dejo para
después”, “para qué pregunto si ni dinero traigo” se impusieron. Transcurrieron
otras semanas más y el saqueo fue contundentemente claro: las películas
desaparecían sin respetar jerarquías: Terror, Comedia, Acción, Infantil, Cine
de Arte. Sólo las series quedaron para
el último. También la otra mercancía se
fue: juegos de video, pilas, refrescos, ¡todo lo que pudiera venderse, todo!
¿Ese chocolate?, rebajado al 50%.
¿De dónde salió tanta
gente interesada en llevarse DVDs? Porque barrieron con todo. ¿Serán tan cinéfilos como uno o,
sencillamente, es gente que no puede resistir la tentadora promoción de comprar
por 10 o cinco pesos, o menos, una película cuyo valor original habría sido de
unos 50 o 100 pesos y rentarla salía a 20 o 30? ¿Sería eso?
Yo también veo
películas en la computadora pero tener una película en las manos, sentirla,
coleccionarla, compartirla. Eso, eso se está acabando.
Ahora, en la ciudad, quedan
como opciones la piratería o buscar en la colonia algún negocito de esos que todavía
sobreviven con un limitado y no muy actualizado surtido. Rentar películas, tal y como lo conocí desde
la irrupción del formato beta, quedó sepultado.
Sin honores. Sin
gratitud.
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