Por Joaquín Peña Arana
No. No es que es haga
menos el cruel tema de un niño abusado sexualmente por un sacerdote.
Por-un-sa-cer-do-te. Por alguien que le debería representar guía y seguridad,
no dolor y desgracia. No es eso.
Es que a mitad de
película me parece que pintan a Boston como una especie de ranchópolis así de
chiquito, con valores entendidos, secretos aceptados por una sociedad acostumbrada
a ver hacia otro lado. Perdón, pero soy mexicano y en mi entendimiento podría
creerlo precisamente de una sociedad mexicana o latinoamericana dominada por un
catolicismo de siglos, pero ¿Boston? ¿Así de fuerte, así de poderosa puede ser
la Iglesia? ¿Así de poderoso puede ser un cardenal?
Y la investigación de
Spotlight es, precisamente eso: investigación. ¿Han leído o visto eso de “el
periodista investigó” o “el equipo de reporteros investigó”? Pues es como se plasma en la película. No es una actividad romántica, llena de aventuras,
intrigas o glamur. Es encontrar pieza por pieza, hablar con una, dos tres,
cinco quince o más personas. La película es un buen ejemplo del proceso de investigación pero, sobre todo, de cómo la conciencia de ser periodista debe
pesar en el camino. El equipo no se deja llevar por revanchismos, venganzas o
anticlericalismos. Descubren que hay algo de fondo y el deber es llegar ahí y exponerlo. No por vanidad o ínfulas de supremacía.
Fui criado en el seno
de una familia católica y soy como tantos otros: voy a la iglesia de vez en
cuando, me persigno, escucho el sermón, comulgo. Cosas así. Pero me queda en
claro que hay una línea muy clara entre el dogma y un crimen como la
pederastia. Y mi formación religiosa no va a entrar en conflicto sobre qué debo
decidir al respecto. La película me deja, también, una sensación de tristeza.
Sí, es por las víctimas y lo que sufrieron, pero también hay un dejo de pesar
por el otro lado: el profesional.
Cuando escucho eso de “periodismo
de investigación”, al menos en el ambiente donde aprendí el oficio, llegué a la
conclusión que investigar y revelar suelen estar más asociados a la venganza,
intereses particulares o simple y llanamente al afán de sentirse una especie de
periodista perdonavidas. Me horroriza pensar que llegaran a hacer una película de algunos de los monstruos enfermos de soberbia y egolatría que me rodean.
Algo perdí en el
camino. Recuerdo que, alguna vez, me sentí capaz de hacer algo mínimamente
parecido a eso que llaman “periodismo de investigación”. Recuerdo que alguna
vez le tuve amor, pasión, entrega a
esto. Recuerdo que había colegas a quienes admiraba.
Quizás habito ranchópolis y no me he dado
cuenta.
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