lunes, 17 de febrero de 2025

UN NUEVO AMOR


 

      Por Joaquín Peña Arana

 

     Fue una casualidad. Una maravillosa chiripada.

     Fue uno de esos días que no había pendientes fuera de casa. Se enciende la tele solo para ver qué hay y, ¡sorpresa!, resulta que un canal de suscripción, TNT, estaba transmitiendo, en directo, los premios BAFTA. Entendí que era la primera vez que lo hacía. La traducción simultánea ayudó a convencerme.

     En un principio no me llamó la atención, no mucho. Ahí le dejé, para que rellenara un poco el ambiente de casa, como quien pone la tele en cualquier cosa o la radio (aquí todavía usamos radio de vez en cuando). Premios BAFTA. Sí, sabía de ellos. El Óscar inglés. Veía muchos rostros que no conocía. Qué más da. Veremos qué tal está.

    Me encantó.

    Vi los premios BAFTA ya empezados. Me perdí la entrada de David Tennant. ¿Quién? Lo confieso, no sabía de él. O no lo recuerdo. Como tampoco reconocí otras tantas personas que fueron desfilando a lo largo de la ceremonia. Y, de repente, paso a paso, la magia. Esa ceremonia que me imaginé totalmente localista, resultó tener una mirada global. Llegó el In Memoriam y al piano Jeff Goldblum. ¿Jeff Goldblum? ¡Jeff Goldbum! Y tocó con tanto sentimiento As Time Goes By. No le conocía esa cualidad (resulta que es todo un hombre de jazz, pero eso lo averigüé después). Y en la pantalla: James Earl Jones, Maggie Smith, David Lynch, ¡Kris Kristofferson, se acordaron de Kris Kristofferson!, como si fuera parte de la familia. ¿Y Louis Gossett Jr. ya murió?, no lo recordaba.

     De pronto, damas y caballeros, Mark Hamill. ¿Y qué hace Mark Hamill en los BAFTA? Entonces la cámara mostró a un hombre de estatura pequeña. ¡Hey, a ese yo lo conozco! ¿Cómo se llama? Lo que son las cosas: uno ve a gente actuando por décadas pero no ponemos atención en sus nombres. Pero este espero no se me olvide: Warwicks Davis. Era uno de los ewoks, ¡a los 11 años! Y de ahí en adelante una larga y prolífica trayectoria en el cine pero también en la inclusión.

      La ceremonia terminó por captar mi atención. No dejábamos de hacer las cosas domésticas pero un ojo en la cocina y otro en la pantalla. Y en mi caso, me importa un cacahuate la polémica sobre Emilia Pérez. No la he visto, luego entonces, no puedo formular opinión al respecto. Que ganó el premio a la Mejor Película en Lengua No Inglesa, por lo pronto, por mí está bien. Cuando la vea emitiré mi opinión.

     He tenido, desde hace años, el dilema de no estar al día con las películas de moda o en boga, pero este año algo había oído hablar de ellas. Y ahí estaban, desfilando en la ceremonia: Cónclave, Duna 2, Flow, Emilia Pérez, el documental sobre Christopher Reeve, Robot Salvaje, La Sustancia, El Brutalista. Y los nombres: Ralph Fiennes, Demi Moore, Jesse Eisenberg, Simon Pegg, Selena Gómez, Zoe Saldaña, Adrien Brody. Y trataré de tener más en mente el nombre de David Jonsson, ganador del premio a estrella emergente.

     Pero, en particular, me gustó el tono de la ceremonia. Sobria pero divertida. Amena. Una celebración. Al menos, el conductor de este año, lo hizo muy bien.

     Este año no planeo ver la ceremonia del Óscar. Hace años dejó de ser mi reventón anual. Quizás la tenga de fondo o solo la esté monitoreando. Quizás ese día me ponga en modo Woody Allen (me la pase escuchando dixieland con la tele apagada), ya lo he hecho antes. Pero, al menos esta vez, he disfrutado los premios BAFTA.

     ¿Será el inicio de un nuevo romance? Veremos.

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