Por Joaquín Peña Arana
Bueno, eso de filmar con Gibson es un decir, pero estar a cosa de 30 metros del actor/productor/director ya fue correr con buena fortuna siendo uno todavía simple mortal.
Hubieran visto. Brownsville, Texas, estaba vuelta loca más o menos el 7 de junio. Todo comenzó porque alguien le dijo que otra persona le confió que una prima le aseguró que habían visto a Mel Gibson cenando en un Chili´s. Todo parece indicar que, efectivamente, salir por piernas huyendo del asedio de la gente. Sí, Mel Gibson estaba en la ciudad.
A la prensa se le dio chance de estar un rato en un aspecto de la filmación. Esta vez Gibson no venía de director sino actor, la película se llama Cómo Pasé mis Vacaciones de Verano, se estrena el año que viene y, bueno, la trama no parece dejar bien parado a nuestro país, pero esa es otra historia.
Para no hacer tan largo esto, la oportunidad de ver la filmación fue un ratito, menos de media hora, pero suficiente para darse cuenta que filmar es cosa de locos y también de lo más aburrido. La escena era sencilla. Gibson hace una llamada en un teléfono público, una negrita le aborda, él le da billete o algo así y ella se va gritando de alegría. Pero para la escena cerraron la calle, aislaron a una cuadra a la redonda, movilizaron como a 15 o 20 extras, llevaron equipo como para filmar dos días, como se supone que estaban en California trajeron varios autos con placas de allá cuya única chamba era dar vueltas y vueltas. Y toda la escena era eso: Gibson hablando por teléfono.
Por cierto, la caseta telefónica también la colocaron de utilería. Al día siguiente ya no estaba.
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