ADICTA AL SEXO / A DIRTY SHAME

     Por Joaquín Peña Arana   

    Vista aisladamente esta cinta es pura basura gringa ,del tipo que tranquilamente podemos arrojar al cesto junto con Un Desastre de Película y otros churros. Pero resulta que ¡oh! detrás hay – o hubo – toda una suerte de expectativas que despertaron ante la más reciente entrega de un director considerado un dios vivo.  

    John Walters es reverenciado por quienes ven en sus películas un contestatario y desafiante discurso a los cánones establecidos por la (falsa) sociedad. Dicen los que saben que lo que vemos en Adicta al Sexo (A Dirty Shame) no es nada comparado con sus obras emblemáticas Mondo Trasho, Pink Flamingos o Desperate Living.  Sí, ahí como la ven, Adicta al Sexo no es obra de una bola de realizadores enfermizos sino detrás hay un tipo que lleva en el negocio más de 30 años.  Y sin embargo…

Sí, y sin embargo el producto final - desde el punto de vista tanto del conocedor del cine de Walters como del neófito que sólo fue al cine/la vio en la tele/la rentó por pura ociosidad o creyéndola una cinta porno - concluye en el mismo veredicto: una película plana con una historia débil donde la serie de cuadros anecdóticos carecen de la suficiente fuerza argumental.  Adicta al Sexo sólo satisface a quienes la creen una pieza irreverente por la chocantez de sus referencias religiosexuales y el uso recurrente de lo grotesco. 

El elenco no es cualquier casting hecho en una bodega o una oficina de películas de clasificación inaudita. Todos son profesionales, todos. Tracy Ullman, Chris Isaak, Selma Blair, Johnny Knoxville sin excluir a quienes han acompañado a Walters por décadas como Mary Vivan Pearce o Mink Stole. Pero no basta.

Adicta al Sexo tampoco se salva del (a veces) faciloide recurso de parodiar la religión con ese Jesús sexual que ha encontrado en Sylvia el duodécimo apóstol que llevará al descubrimiento de un nuevo acto sexual.  Si de eso se trataba no era tan dificil: para quebraderos de cabeza ahí está la vida real.