LA MISMA LUNA

Por Joaquín Peña Arana

Al ver la secuencia inicial olvidé por un momento que estaba en el cine. Mis ojos estaban en la pantalla pero  a la vez  volaban hacia un recuerdo. Mientras Kate del Castillo y el niño Adrián Alonso escenificaban el cotidiano drama de miles, millones de nuestros compatriotas separados por la necesidad, adentro, en mi mente, vi de nuevo el rostro de aquella joven mujer que conocí en un viaje a Chicago,  recién llegada a la ciudad. De pie, frente a una sinfonola en una taquería del barrio mexicano, vi su rostro contraído por la nostalgia y el dolor.

   Ese fue el recuerdo que me asaltó cuando vi La Misma Luna.  Sí, no es una mala película pero tampoco una obra de arte,  quizás su argumento no entusiasme a los críticos ni a las cerradísimas mentes de quienes  (dicen) se ocupan de ver, juzgar y etiquetar al cine, pero haciendo memoria no recuerdo cuál fue, antes que ésta, la película más reciente que haya tocado el tema de la emigración ilegal mexicana. Por algo llamó la atención del New York Times, arrancó aplausos en el festival Sundance y logró colocarse en Estados Unidos durante su semana de estreno como una de las diez de películas más taquilleras y eso que allá América Ferrera es el nombre más conocido del reparto por ser la Ugly Betty.

La Misma Luna es la historia que conocemos muchos, en carne propia y de oídas, contada desde nuestra perspectiva mexicana y no desde un ángulo hollywoodense con actores mexicoestadounidenses. Sí, ahora la vapulean por ser un melodrama y porque la protagonizan  Kate del Castillo y Eugenio Derbez, pero veámoslo a la distancia, en cinco ó diez años quizás la película tome otro valor por lo que es y no por quienes salen.  No es lo mismo verla en una sala mexicana con los cuates o la novia que haberla visto en Nueva York, Chicago, Houston o Los Ángeles. Sería interesante saber qué opinan nuestros connacionales, los que están allá, los que saben cuánto duele la distancia y cuan importante se vuelve en sus vidas el teléfono de la esquina.