lunes, 27 de junio de 2011

LOS HIJOS DE DON VENANCIO







    Por Joaquín Peña Arana


   Habría que hablar más seguido de Joaquín Pardavé, lo tenemos demasiado olvidado. Hizo películas entrañables. Los Hijos de Don Venancio es una de tantas pero esa tiene algo en particular, un elemento que vuelve loco al mundo: el futbol. 

   Los Hijos de Don Venancio se ha convertido, a la distancia, en un gran documento. Hasta donde se sabe, fue la primera película en nuestro país que incluyó una final en su trama. Utilizaron imágenes reales hábilmente mezcladas con recreación. La primera vez que la vi me sorprendió la forma en que reproducían el ambiente de tribuna: gentío, gritos, lluvia de vasos, discusiones entre la fanaticada, disimuladas mentadas de madre.  Genuino.

    En una escena previa, don Venancio duda sobre ir a ver o no a su hijo en la gran final  y, brevemente, toma un periódico de la época que aparece a cuadro fugaz pero el tiempo suficiente para ser reconocido: el Esto.  Desde entonces ya era el periódico de los deportistas, igual, era el único, pero Joaquín Pardavé acertó al incluir esa pequeña escena.

  Como buena película mexicana de los cuarentas, es todo un melodrama propio de su época e incluir a Horacio Casarín fue muy audaz.  En  ese entonces, Casarín era el ídolo futbol nacional – algunos le atribuyen haber sido el primero – y su incursión al cine resulta sobradamente peculiar (posiblemente, también, el primer futbolista en actuar).  Logra un desempeño aceptable si bien fue evidente que la actuación no era lo suyo.  En contraste, se reclutó para la cinta a una buena camada de actores como Roberto Cañedo, Rafael Banquells, Victoria Argota, Alfredo Varela y otros más quienes ofrecieron  un magnífico soporte histriónico.

   Cuando empecé a leer y nutrirme de esto del cine recuerdo que, entre otras tantas virtudes, elogiaban a Chaplin por haber sido un cineasta de autor total ( actuaba, escribía, dirigía y a veces hacía la música). ¿Entonces, Joaquín Pardavé no merece un tratamiento semejante?

    Creo que vale la pena hablar más de él.  Quizás en otra entrega.







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