domingo, 16 de octubre de 2011

THE ROLLING STONES: SOME GIRLS LIVE IN TEXAS 1978




Por Joaquín Peña Arana

Es un agasajo. Verlos jóvenes, energéticos, amorosamente setenteros.  Como si cobraran vida los posters de mi hermano y las fotos de las revistas que leí con fervor. Es algo de nostalgia pero, también, una nueva experiencia.

Y eso que el concierto tarda un poco en cuajar, al igual que la heroica cobertura que realizan los camarógrafos (en especial, el de primera fila. Se la rifó en serio).  Incluso Mick Jagger se ve forzado, aburrido, como pensando “otra vez la misma rutina”.  Hasta Just My Imagination todo se puso en orden: los Stones entraron en el concierto para no volverlo dejar.

Sí, en un principio todo se concentra en Jagger, luego en Richards. Es más adelante cuando las cámaras recuerdan que Bil Wyman y Charlie Watts son, también, parte de la banda. ¿Y qué decir de Ron Wood? Parecía ser el único que se estaba divirtiendo desde el principio.  Apenas lo habían aceptado como miembro oficial y verlo como un Stone más  no deja duda: fue un gran acierto.
El trabajo de los camarógrafos es de elogiarse una y otra vez, a pesar de los desenfoques y uno que otro detalle. Magnífico el resultado: el sonido, los ángulos, las tomas amplias, la cámara entre la gente.  A pesar del tiempo, el material está en muy buenas condiciones, pese a lo granulado, no importa.  Ya quisiéramos que  Ziggy Stardust se viera y escuchara así.

Deben sentirse satisfechos quienes se reconozcan entre la gente que asistió a ese concierto. Quedaron inmortalizados.  Presenciaron un concierto inolvidable. Los Stones eran todavía provocadores, groseros, se metían con la gente, Jagger jugaba a las alusiones sexuales. Eran los Rolling Stones. ¡Eran los Rolling Stones!  Verlos ahora no es ver despojos, siguen siendo grandes músicos y sus conciertos no desmerecen ni parecen viñetas acartonadas, pero presenciar esta película en una sala cinematográfica fue lo más cercano a vivir un concierto con los Stones de 1978. 

Por eso, cuando me levanté de mi asiento, vi la silueta del cácaro. Antes de salir, levanté mi mano y pronuncié una palabra: gracias (hay una historia detrás de esto. Ya se las contaré algún día).








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