Por Joaquín Peña Arana
Entre sarcasmo a morir, Moore se toma 127 minutos para pretender demostrar cómo los grupos que controlan las finanzas y la política logran fabulosas ganancias al precio que sea. No suena novedoso, pero cuando los números se convierten en personas con nombres y rostros, las cosas cambian un poco.
Moore no se anda por las ramas. Para él, el capitalismo es malo. El demonio. Jesús lo aborrecería. Para demostrarlo, qué tal los testimonios de familias que todo lo han perdido, explotadas, arrojadas a la calle. ¿A poco esto pasa en Estados Unidos, el país de la democracia, grandes carreteras y abundancia? Porque la pobreza, a simple vista, no se le nota. Pero una cosa es que no se vea y otra que la clase media estadounidense vea cómo, poco a poco, invade sus vidas. Y es el tipo de invasión que no les gustaría celebrar.
¿Cuál es la alternativa al capitalismo? Moore dice que es la democracia traducida en una opción: el activismo. Ahí están los grupos que resistieron desalojos, formaron cooperativas, retaron a lo establecido. Para el documentalista la solución es un despertar de conciencias que desemboque en acciones. ¿Será posible esto en Estados Unidos? Suena a cosa de país latinoamericano o europeo pobre. Y si llega a ocurrir, ¿cuánto tiempo podría durar antes que se desgaste o el gobierno accione los mecanismos para sofocar cualquier insurrección? ¿En Estados Unidos, a cuántas personas les importaría? Como que irse de pesca, comprar el blue ray o tomar cerveza y asar carne el fin de semana suena más atractivo. Ya veremos.
Michael Moore no ha vuelto a tener el impacto mundial que logró cuando Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11. Que yo sepa, en Estados Unidos, la gente no se espantó con Capitalismo: Una Historia de Amor. ¿Y si la pasaran un día de estos por televisión abierta, en red nacional? Sería interesante ver si un día de estos lo hacen, no porque crea que Moore es dueño de la verdad absoluta, sino por la insana curiosidad por saber, siquiera tantito, qué tan dispuesto está los Estados Unidos contemplarse en el espejo de vez en cuando.
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