domingo, 16 de diciembre de 2012

MASACRE EN COLUMBINE (BOWLING FOR COLUMBINE)






Por Joaquín Peña Arana


Tengo algunos años viviendo muy cerca de Estados Unidos. Digamos, lo que toma trasladarse a un puente internacional en Matamoros, Tamaulipas (México, para mayor referencia), cruzarlo e internarse a Brownsville, Texas.  Claro, con visa en mano.

Luego entonces, me ha tocado conocer a personas que aman las armas. Pero en verdad las aman. Y me sigo preguntando por qué.

La película que en español conocemos como Masacre en Columbine examina ese amor tan estadounidense. Quienes defienden su derecho a poseerlas reclaman que, ante todo, es para proteger sus hogares (¿se necesita una semiautomática para eso?); además, la Constitución de Estados Unidos lo incluye en ese ambiguo apartado llamado Segunda Enmienda. En su momento, Michael Moore se hizo varias preguntas. Era el 2002, aún con los ataques del 11 de Septiembre sobre la piel.

¿Por qué me ocupo de esto, ahora? Porque a futuro lo volveré a hacer, aunque no lo desee. Por lo visto, que alguien tome armas, ingrese a un sitio público en algún rincón de Estados Unidos y provoque una matanza, no dejará de ocurrir.

Vean Masacre en Columbine, en especial, si me hacen el favor de leerme en Estados Unidos. No porque piense que Michael Moore es infalible. Es un gran cineasta pero es, también, un tipo que puede ser desagradable y detractores no le faltan. Pero en el tema que nos ocupa ¿alguien le puede decir que no tiene una pizca de razón?  

¿Por qué me ocupo de esto, ahora? Porque volvió a ocurrir una tragedia. No necesito escribir sobre el lugar, el número de víctimas, las banderas a media asta.  Aquí, lo lamentable, lo horroroso, es que no será la última ocasión en que recomiende ver Masacre en Columbine. 




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