domingo, 27 de enero de 2013

PRESERVAR: ESA OBSESIÓN






Por Joaquín Peña Arana


Hace algunos años tuve una copia de Viento Negro en VHS, pero la cinta se fue rayando de tanto verla. Luego, llegó el DVD y ¡pum, a la goma la copia!  Con el tiempo, lamenté haberla tirado.

Porque resulta que las copias que he visto en DVD de Viento Negro omiten dos significativos detalles: está editado el audio cuando explican por qué le dicen  “mayor” al Mayor. Más adelante, cuando ya van tres cuartas partes de la película, Lorenzo Montes manda a la goma a la Venada. La escena incluye un semidesnudo.

¿Veré algún día de estos la versión total de Viento Negro? Debe estar por ahí alguna copia que se ha salvado de los censores. Recuerdo el caso de La Atalante, fragmentada y con pedazos dispersos por los rincones del mundo hasta que, milagrosamente, apareció (si mal no recuerdo, en Sudamérica) una copia lo mejor conservada y completa posible.  Qué decir de Avaricia de von Stroheim y sus más de 7 horas de duración, según cuentan las leyendas.  

Ya he mencionado los esfuerzos de la Filmoteca de la UNAM por localizar películas perdidas, valiosas por su antigüedad, significado o aporte. A lo mejor títulos como En Defensa Propia, El Soldado o El Anónimo no nos dicen gran cosa pero ¿y si están por ahí?  Ya ven que en Estados Unidos hay obsesión por London After Midnight, la película perdida de Lon Chaney.

Todo este rollo viene a colación por la descompostura de mi laptop. En el proceso de reparación hubo que hacer cirugía mayor y una formateada la partió su máuser a todos mis documentos. No respaldé cuando debí hacerlo y todo, fotos, escritos, audios, todo se fue al arroyo.  Bien me dijo Cristina Kahlo (artista y fotógrafa y sí, descendiente directa de Frida) cuando la conocí: “hay que imprimir”. Porque estaremos en una era donde generamos fotos y videos a diestra y siniestra, pero cuánto nos puede durar el material. Sobran ejemplos de lo frágiles que son los formatos actuales, muy prácticos y ágiles, pero que se pueden borrar con extrema facilidad, echar a perder o simplemente la tecnología volvió a evolucionar y los archivos jamás lograron abrirse. Pregúntenle a los de Toy Story, ya les pasó.

Por eso, quienes todavía le tienen amor a la preservación, restauración y rescate, apúrense, que habemos quienes a lo mejor ya nos cansamos de estar cuidando el Santo Grial, la Biblia apócrifa, la identidad del Papa negro, el anillo precioso y los Archivos de la Nación, además de los ejemplares de Memín Pinguín y las revistas Proceso de los ochenta y noventa.  Apúrenle, que un día de estos de mi casa saldrá humo blanco y no será porque habemus papam.



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