Por
Joaquín Peña Arana
Hace
algunos años tuve una copia de Viento Negro en VHS, pero la cinta se fue
rayando de tanto verla. Luego, llegó el DVD y ¡pum, a la goma la copia! Con el tiempo, lamenté haberla tirado.
Porque
resulta que las copias que he visto en DVD de Viento Negro omiten dos significativos
detalles: está editado el audio cuando explican por qué le dicen “mayor” al Mayor. Más adelante, cuando ya van
tres cuartas partes de la película, Lorenzo Montes manda a la goma a la Venada.
La escena incluye un semidesnudo.
¿Veré
algún día de estos la versión total de Viento Negro? Debe estar por ahí alguna
copia que se ha salvado de los censores. Recuerdo el caso de La Atalante,
fragmentada y con pedazos dispersos por los rincones del mundo hasta que, milagrosamente,
apareció (si mal no recuerdo, en Sudamérica) una copia lo mejor conservada y
completa posible. Qué decir de Avaricia
de von Stroheim y sus más de 7 horas de duración, según cuentan las leyendas.
Ya
he mencionado los esfuerzos de la Filmoteca de la UNAM por localizar películas
perdidas, valiosas por su antigüedad, significado o aporte. A lo mejor títulos
como En Defensa Propia, El Soldado o El Anónimo no nos dicen gran cosa pero ¿y
si están por ahí? Ya ven que en Estados
Unidos hay obsesión por London After Midnight, la película perdida de Lon
Chaney.
Todo
este rollo viene a colación por la descompostura de mi laptop. En el proceso de
reparación hubo que hacer cirugía mayor y una formateada la partió su máuser a
todos mis documentos. No respaldé cuando debí hacerlo y todo, fotos, escritos,
audios, todo se fue al arroyo. Bien me
dijo Cristina Kahlo (artista y fotógrafa y sí, descendiente directa de Frida) cuando
la conocí: “hay que imprimir”. Porque estaremos en una era donde generamos
fotos y videos a diestra y siniestra, pero cuánto nos puede durar el material.
Sobran ejemplos de lo frágiles que son los formatos actuales, muy prácticos y
ágiles, pero que se pueden borrar con extrema facilidad, echar a perder o
simplemente la tecnología volvió a evolucionar y los archivos jamás lograron
abrirse. Pregúntenle a los de Toy Story, ya les pasó.
Por
eso, quienes todavía le tienen amor a la preservación, restauración y rescate,
apúrense, que habemos quienes a lo mejor ya nos cansamos de estar cuidando el
Santo Grial, la Biblia apócrifa, la identidad del Papa negro, el anillo
precioso y los Archivos de la Nación, además de los ejemplares de Memín Pinguín
y las revistas Proceso de los ochenta y noventa. Apúrenle, que un día de estos de mi casa
saldrá humo blanco y no será porque habemus papam.
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