Por Joaquín Peña Arana
Caminaba por un centro comercial cuando me detuve en la
sección de aparatos electrónicos.
Sincronizadas, varias pantallas pasaban la última de El
Caballero de la Noche. Eran unas cuatro o cinco. De todos los monitores, uno me
llamó la atención. A diferencia de las otras, se veía demasiado fiel, no como
cine, sino un programa de televisión. Un
letrerito en la esquina me ofreció la información que necesitaba: “pantalla
3D”.
“Así que eso es la 3D en casa”. Me recordó aquellas series
inglesas de los setentas que me tocó ver en la infancia, tipo Dr. Who,
realizadas con una dirección de cámaras
y una ambientación que copiaba el formato de cine pero con la estética de la
tele. Pese a sus deficiencias, al ver algo capturado en video me daba un toque
más cercano a lo real que la textura plana del cine (es como una foto gigantesca
provista de movimiento).
La etapa que estamos viviendo nos permite maravillarnos con
películas hechas en dos versiones, las convencionales o en 3D, incluso ya ven,
hay también 4D, con temblorina y todo. Pero ¿y si perdemos algo en ese camino?
La tecnología democratizó la capacidad de realizar una producción. Ya no se
necesitan costosas cámaras ni productoras o distribuidoras de monstruosos
alcances si alguien quiere hacer algo modesto pero bueno. Y está bien que la
tecnología nos permita realizar sueños pero ¿estamos en camino de perder la
capacidad de captar la realidad hasta donde sea posible o retransmitirla sin
tanto maquillaje ni efectos?, porque ahora no sé cuánto de lo que vemos en YouTube
es real o posproducido y no me quejo de cosas como mejorar la imagen, ecualizar
el sonido o meterle un efectito aquí y otro allá, sino a que nos muestren como verdadero algo como un águila real que intenta llevarse a un niño y después resulte que es falso.
¿Qué tiene que ver eso con la tele en 3D? Pues eso, que
entre el cine y la tele se va borrando su frontera. Cuando veo que la del
Sorprendente Hombre Araña me la pasan en una tele de esas no es cine. Es video.
Cuando se hicieron los primeros ensayos de la tercera
dimensión en cine fue para competir contra la tele y pues ya ven, funcionó un
tiempo, luego desapareció, volvió a los años, desapareció otra vez y ahora está
de nuevo entre nosotros. Y de estar en la sala de cine pasa ahora a la sala de
la casa. Si viene para quedarse, pues ni
modo, está bien. Al menos, hagan buen cine, carajo.
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