Por Joaquín Peña Arana
Ojalá
las películas pudieran valorarse por sí, pero esto no es posible en todos los
casos. Hay que dar una explicación sobre por qué carambas importan tanto. Darle
contexto, pues.
Es
el caso de El Gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinet des Dr. Caligari), película alemana de 1920. Qué cosas. Recientemente, entré a una tienda
departamental de por aquí y ¡oh, sorpresa!, puras joyas: Acorazado Potemkin, El
Tercer Hombre, Ben Hur, Ciudadano Kane, El Hombre Quieto, y ¡El Gabinete del
Dr. Caligari!, entre otras tantas. “Chido”, pensé, pero tras ver a la gente a mi
alrededor me pregunté: ¿quién en su sano juicio (que no sea intelectualoide o
cinéfilo) se llevaría al Dr. Caligari a su casa?”.
Por eso digo que hay que explicar algunas cosas. Vamos primero con lo de
expresionismo alemán. Lo de expresionismo brotó en contraposición al impresionismo.
Una definición por ahí dice que el expresionismo “propugna la expresión sincera
del artista por encima del equilibrio formal”. El expresionismo se desarrolló
en Alemania e influyó en varias ramas como literatura, pintura y, por supuesto,
el cine. El Gabinete del Dr. Caligari es
considerada la primera película del expresionismo alemán.
¿Y por qué la película es relevante? De entrada, a simple vista, parece
que lo primero que no tenían era presupuesto. Casi todo parece haberse rodado
en un foro así de pequeñito. Eso de que están en un pueblito y aparecen un
montón de casitas mal dibujadas no convence. ¡Ahhh! Ahí es donde entra la
explicación. Los encargados de la
escenografía fueron Hermann Warm, Walter Reimann y Walter Röhrig. Salvo mejor
opinión, fueron ellos quienes dieron el carácter y la profundidad escénica de
la cual goza la película. Buscaban comunicar estados anímicos como angustia y
opresión. Según dicen los que saben, era el reflejo de cómo se sentía la gente
en la Alemania de aquella época, derrotada al concluir la I Guerra
Mundial. También, dicen los que saben,
el argumento era una crítica al sistema político de entonces: controlador y
manipulador, como quien le dice a un sonámbulo que salga a matar gente. Incluso, el principio y el final de la película
no aparecían en el argumento original, fueron impuestos para “suavisar” la
historia y convertirla en un cuento sobre gente loca.
Entonces, ¿qué onda con Robert Wiene? Pues nada, que él nada más
dirigió y punto. De ahí en adelante siguió trabajando sin mayor relevancia hasta
su muerte en 1938. No se le conoce otro filme destacado. Igual nunca supo que
pasaría a la historia.
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