Por Joaquín Peña Arana
Después de verla me pregunté ¿qué onda,
que te pasó Spielberg?
De entrada, para ver Munich con la
mejor claridad posible hay que aventarse, primero, algo de historia. Saber qué
pasó durante las Olimpiadas de Munich en 1972, qué clima político imperaba en
el mundo, qué onda con Septiembre Negro y por qué es tan profundo el conflicto entre
Israel y Palestina.
Según leí, tal parece que el peor de
los pecados de Spielberg fue humanizar a los personajes. Porque si los que muestran dudas y
sentimientos son los del Mosad, “¡linchen a Spielberg!”. Si los que muestran
dudas y sentimientos son los terroristas palestinos “¡linchen a Spielberg!”. Por
supuesto, hay quienes ven otra película: una arriesgada, jugándosela en un tema
nunca abordado con anterioridad, llevándonos a reflexionar sobre los
claroscuros de un conflicto que no tiene para cuándo finalizar.
¿Entonces, por qué salí sacado de onda
del cine? Simple. Me pareció ver una película sin pies ni cabezas, con escenas
que de plano, dentro del contexto de los acontecimientos que ocurren en una
pantalla, no son creíbles.
¿O sea que cinco hombres pueden con
todo? “¡Vayan a matar a los palestinos que mataron a nuestros atletas!”, les
ordenan. Y ahí van. Primero, con operaciones muy sigilosas. ¡Pum pum!, matan a
uno, salen corriendo con rapidez…y luego entra, muy tranquilo, paso a pasito,
el miembro del equipo dedicado a borrar toda huella, recoge los casquillos y se
va como si nada. ¿Qué, no teme que vaya
a verlo alguien o llegue la policía?
La otra escena, la de la bomba en la
casa del diplomático. Si ustedes están
en la calle y ven de repente a unos tipos que corren de un lado para otro de la
calle, entran y salen constantemente de un vehículo, ¿no les va a parecer
sospechoso? Porque lo hacían a todas
luces, en escena de día. Luego, conforme
avanza la película, cambia el método: ya no es actuar con discreción sino
encabezar toda una tropa de asalto, ¡pum pum! ¡balazos y bombas!
Y Eric Dana. Caray, él no tiene la
culpa que me parezca verlo en miscasting.
Sé que han elogiado su trabajo en otras partes pero su rostro parece
asustado todo el tiempo.
Lo que se me quedó en el corazón es la
escena de la mercenaria holandesa. Sabe
que va a morir y se despide del único ser que la acompañó sin juzgarla. Conmovedor.
Del resto de la película, pues, ya veremos qué dice el tiempo.
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