sábado, 9 de marzo de 2013

AY, ÓSCAR






Por Joaquín Peña Arana


Si mal no recuerdo, fue hace muchos años cuando lo del Oscar se volvió algo así como rito anual.

En ese entonces, la única forma de ver la ceremonia era gracias a  XHGC Canal 5. Bastaban un par de conductores con un gran dominio del inglés, un pleno conocimiento del tema y el suficiente respeto para dedicarse única y exclusivamente a la conducción y la traducción simultánea (una era María Victoria Llamas. Lamento no poder recordar el nombre de quien le acompañaba).  No saturaban la pantalla con niñas bobas de mucho verbo y poco seso ni tampoco pseudo expertos de boca saturada de idiotez.  

Recuerdo con mucho esfuerzo a Johnny Carson. Me tocó disfrutar noches memorables de la mano de Billy Cristal, Whoopi Goldberg, Steve Martin y convencerme que Hugh Jackman debería hacerlo más seguido.  Antes de ellos, los actores se encargaban de la conducción. No había que soportar a conductores de humor imbécil.

No es que me haya decepcionado la ceremonia número 85. Simplemente, después de atestiguar el terrible descarrilamiento que representó el cuasi eterno sketch inicial y ver que tienen en la conducción a un tipo que no conozco, no me interesa conocer y no sé qué diablos estaba haciendo ahí, pues la ceremonia perdió interés. Digo, tardó un buen en tomar vuelo, digamos, ya cuando estaba por acabarse.

Se supone debería escribir sobre Django, el cincuentón de James Bond, las lágrimas de Anne Hathaway y Adele, el In Memoriam, los números  musicales (algunos para olvidar, otros de antología como el de Les Miserables o Barbra Streisand), la espontaneidad de Dustin Hoffman, la caída de Jennifer Lawrence, la emoción de Daniel Day-Lewis, elogiar a Tarantino y a Ang Lee, preguntarme si debo leer entre líneas la aparición de Michele Obama o celebrar que, pese a que lo crean un loser, Ben Affleck  puede hacer buen cine.

Quizás sea hora de aprender inglés y buscar la transmisión original para dejarme de cosas aunque, debo y estoy obligado a ofrecer la concesión de reconocer que una terrible noche de conductores puede ser salvada por gente como Susana Moscatel y Esteban Macías. Se agradece. 







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