Por
Joaquín Peña Arana
Si
mal no recuerdo, fue hace muchos años cuando lo del Oscar se volvió algo así
como rito anual.
En
ese entonces, la única forma de ver la ceremonia era gracias a XHGC Canal 5. Bastaban un par de conductores
con un gran dominio del inglés, un pleno conocimiento del tema y el suficiente
respeto para dedicarse única y exclusivamente a la conducción y la traducción
simultánea (una era María Victoria Llamas. Lamento no poder recordar el nombre
de quien le acompañaba). No saturaban la
pantalla con niñas bobas de mucho verbo y poco seso ni tampoco pseudo expertos
de boca saturada de idiotez.
Recuerdo
con mucho esfuerzo a Johnny Carson. Me tocó disfrutar noches memorables de la
mano de Billy Cristal, Whoopi Goldberg, Steve Martin y convencerme que Hugh
Jackman debería hacerlo más seguido.
Antes de ellos, los actores se encargaban de la conducción. No había que
soportar a conductores de humor imbécil.
No
es que me haya decepcionado la ceremonia número 85. Simplemente, después de
atestiguar el terrible descarrilamiento que representó el cuasi eterno sketch
inicial y ver que tienen en la conducción a un tipo que no conozco, no me
interesa conocer y no sé qué diablos estaba haciendo ahí, pues la ceremonia
perdió interés. Digo, tardó un buen en tomar vuelo, digamos, ya cuando estaba
por acabarse.
Se
supone debería escribir sobre Django, el cincuentón de James Bond, las lágrimas
de Anne Hathaway y Adele, el In Memoriam, los números musicales (algunos para olvidar, otros de antología
como el de Les Miserables o Barbra Streisand), la espontaneidad de Dustin
Hoffman, la caída de Jennifer Lawrence, la emoción de Daniel Day-Lewis, elogiar
a Tarantino y a Ang Lee, preguntarme si debo leer entre líneas la aparición de
Michele Obama o celebrar que, pese a que lo crean un loser, Ben Affleck puede hacer buen cine.
Quizás
sea hora de aprender inglés y buscar la transmisión original para dejarme de
cosas aunque, debo y estoy obligado a ofrecer la concesión de reconocer que una
terrible noche de conductores puede ser salvada por gente como Susana Moscatel
y Esteban Macías. Se agradece.
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