domingo, 14 de abril de 2013

LA LLAVE DE SARAH (SARAH´S KEY)







Por Joaquín Peña Arana


La película está basada en el libro de la escritora francesa Tatiana de Rosnay, cuyo título original es Elle s´appelait Sarah (Se Llamaba Sarah), publicado en el 2007. Fue estrenada en el 2010 y la autora tiene un cameo en la escena del restaurante.

Hay varias historias en esta película, no sólo  la paralela que recorre los tiempos de la niña judía y la periodista. Hay, también, varias reconsideraciones. Las que tienen que ver con el alma. Las de la búsqueda personal. La metamorfosis entre quienes somos y quienes seremos tras vivir el viaje geográfico, histórico y personal.

La Llave de Sarah no tiene desperdicio, ni siquiera hay garantía de final feliz, porque el tiempo de guerra y decisiones que afrontó Sarah no da para opciones. El tiempo de Julia fue de desenterrar la memoria olvidada. Ella eligió buscar y con eso, buscarse.

La historia persigue la redención, la verdad, pero ¿queremos saberla? ¿Debe saberse?

Me acaba de decir alguien, justo horas antes de sentarme a escribir, que tarde o temprano la verdad brota, tardará años o siglos, pero habiendo los elementos y la entrega por saberla, es inevitable.

La pequeña Sarah sólo quería hacer lo correcto. Y con eso vivió, con la carga de la decisión tomada. A veces, no se puede huir de la culpa. A veces, el peor juez es la imagen que, cada mañana, vemos en el espejo.   

La historia nos lleva también al tiempo y hechos que no debemos olvidar. No estamos tan lejos y ajenos de que las acciones de unos cuantos decidan por encima de la voluntad de millones. 

Es redescubrir que en Francia, decir “campos de concentración” remite a un velódromo y a la participación de oficiales franceses haciendo lo que los nazis querían.  Es colocar en el dolor del recuerdo preguntas como ¿qué hacías? ¿Con quién estabas cuando todo eso pasó?

Preguntas que nos conciernen ahora, en el tiempo del crimen organizado  y falsedad  ciudadana que estamos viviendo.  Ahí fue donde sentí la cercanía y la inclusión en este, mi tiempo, de lo que vi en pantalla. De alguna forma, no pude sentirme ajeno. 



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