domingo, 16 de junio de 2013

SOY LEYENDA (I AM LEGEND)





Por Joaquín Peña Arana


Lo que me inquietó desde un principio no fue el supuesto de una aniquilación cuasi total de la humanidad.

No es que no me importe, pero el tema ha sido abordado en otras cintas. Aquí, es la combinación de varios aspectos.  Nueva York/ser humano/perro/humanoides. 

Nueva York en ruinas. Un hombre que caza ciervos acompañado por su can y ambos, antes que caiga la noche, deben refugiarse para no ser devorados por quienes eran tan humanos como ese Will Smith que intenta tener serenidad en medio de la nada.

Ese, para mí, es el punto que me atrae de Soy Leyenda: el reto a la soledad.

Fue después de verla en pedazos, de esas veces que la pasan por la tele, cuando le encontré paralelismos con Robinson Crusoe.  Robert Neville está solo en una isla (Manhattan), acompañado por un Viernes canino y ha creado en su entorno los elementos que intentan darle algo de “normalidad” a su vida en aislamiento. Sí, tiene un propósito: encontrar la cura. Por eso se quedó y no se quitó la vida en algún momento de los tres años que ha permanecido en Nueva York. Tiene ese impulso a su favor.

¿Cómo dominar el sentido de pérdida, revaluar la misión de vida, no sucumbir a ser esclavo de la rutina? Neville, ante todo, tiene el impulso de la sobrevivencia y eso está por encima de cualquier otro factor en contra. Es su motor. Sobrevivir y encontrar. Pero por cuánto tiempo podríamos resistir un estado semejante.

¿Cómo sobrevivir a la locura? Ese otro punto atrae mi atención. Neville constantemente oscila entre sucumbir al desastre mental. 


Pese a sus críticos, pienso que Will Smith es un buen actor, lo suficientemente versátil como para ir de la comedia a la acción y al drama. Para las características de esta adaptación, resulta la elección precisa. Soy Leyenda es, originalmente, un libro de 1954 escrito por Richard Matheson (quien, además, fue guionista de la original Dimensión Desconocida y uno de sus cuentos se convirtió en Duel, de Steven Spielberg).  Ni le busquen demasiadas similitudes, existen abismales diferencias entre obra literaria y película, pero hay puntos en común y uno de ellos es el que me sigue intrigando cada que tropiezo con Soy Leyenda: la soledad y cómo no enloquecer en consecuencia. 




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