domingo, 5 de julio de 2009

TANGO BAR



Por Joaquín Peña Arana

Yo me juego entero, qué le voy a hacer

Para los neófitos en temas gardelianos es sólo una película antediluviana inspirada en un género musical cursi protagonizada por un tipo que se vaciaba todo el gel en la cabeza. Pero aguas. Después de rascarle un rato se descubre que, definitivamente, no es una película cualquiera.

De tan mítica y legendaria en que se ha convertido la figura de Carlos Gardel resulta cuasi irrevocablemente atrayente verlo en movimiento, escuchar su voz. Percibirlo vivo. No he tenido el placer de ver sus películas anteriores pero bien me puedo aventurar a decir que Tango Bar encarna la cosmogonía que forjó con sus canciones y su estilo de vida : riesgo, sofisticación, barrios, cosmopolitismo, glamour. Abordar un barco en busca de nuevas experiencias entre intrigas tejidas alrededor de alhajas de millonario costo. Y Gardel en el centro, yira, yira.

De acuerdo a los conocedores, Tango Bar fue el último filme de Gardel. Lo rodó mientras se encontraba en Nueva York, en 1935. La época fue benévola con El Mudo, le tocó esa explosión mediática donde la radio y el cine reinaban, formando parte de la vida diaria de millones, impregnándolos de las tendencias de moda. De hecho filmó antes de Tango Bar otra película cuyo título inmediatamente remite a Gardel y al tango, El Día que me Quieras.

En el momento de filmar Tango Bar Gardel se ubicaba en la parte más alta de su carrera, había dejado de presentarse en Argentina porque llevaba años viajando entre Estados Unidos y Europa. En abril de 1935 inició una gira que incluía a nuestro país. Jamás logró terminarla. En junio el aeroplano en que viajaba se estrelló con otro en el aeropuerto de Medellín.


5 DE JULIO DEL 2009

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