Por Joaquín Peña Arana
Siento que las autobiografías tienen algo de mentira. Simple y sencillamente no creo que alguien se atreva a reconocerse imperfecto. Salvo que sea por hacer dinero, ser oportunista o carecer del menor rastro de escrúpulo, ¿quién quiere mostrarse tal cuál es en un libro, una entrevista o una película? Quizás, eso lo que hace de Grey Gardens un documental de tan alto impacto.
Hay que aclarar que andan por ahí dos Grey Gardens. El original, de 1976, y una película para televisión hecha por HBO en el 2009, protagonizada por Drew Barrymore y Jessica Lange. Ver ésta última, de hecho, es una muy buena guía para tener el contexto de por qué , en su momento, interesó tanto conocer la vida privada de los parientes pobres de Jaqueline Kennedy Onassis.
Los hermanos Maysles demostraron que para crear un documental de 100 minutos basta una cámara, un micrófono, y ocuparse de dos personas con deseos de contar sus vidas, elementos suficientes para comunicarnos la extraña relación madre-hija en una decadente y nauseabunda mansión de 28 habitaciones que Edith Ewing Bouvier Bole convirtió en prisión cuando se negó a venderla.
Quizás los seres humanos somos demasiados complejos y jamás entendemos la profundidad de nuestros actos. Historias como las de Grey Gardens, en realidad, no están tan lejos de nuestra cámara. Basta alguien que la quiera documentar.
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