domingo, 2 de enero de 2011

LA BANDA DEL CARRO ROJO





     Por Joaquín Peña Arana

    Miren, el lugar común de pitorrearse de este tipo de películas es cosa fácil. Hay material de sobra.  Recuerdo haber acudido a una que otra conferencia  donde el cine de frontera  se analizaba hasta la saciedad y era una especie de cívico deber desaprobar  esa sarta de producciones de bajo presupuesto, argumentos endebles, estereotipos denigrantes y actuaciones que podrían generar humor involuntario. Y sin embargo…no mueren.

     Porque, efectivamente, ese cine tan chafa tiene seguidores. Ahí está el ejemplo de La Banda del  Carro Rojo.

     Los Tigres del Norte lograron en los setentas una salvaje irrupción a la fama nacional e internacional con esa rola. Fue cuestión de tiempo para que se hiciera una película. ¡Y  quiénes mejor para protagonizarla que los Almada!, junto con Pedro Infante Jr., quien alcanzó en esa década una popularidad cuasi comparable a la de su padre (ojalá hubiera tenido la mitad de capacidad para actuar).

    La Banda del Carro Rojo es un churro. De plano. Pero este tipo de películas son queridas por un público que vivió intensamente su auge y quedaron perpetuadas en el gusto e imaginación cultural de miles (¿o debo decir millones?). Échense una vuelta en los barrios mexicanos de Estados Unidos a ver si no se sorprenden descubriendo las películas de los Almada y Valentín Trujillo rivalizando con las de Chuck Norris, Stallone y Steven Seagal.

     La Banda del Carro Rojo fue filmada en Brownsville, Texas, a tiro de piedra de la frontera mexicana, a ladito de Matamoros, Tamaulipas, pues.  Todavía ahora es posible encontrar a personas, ya entradas en años, que recuerdan con mucha emoción la época en que se filmaron en esa ciudad y en otras partes de la región incontables películas con actores mexicanos. En serio que expresan cariño cuando afirman haber conversado, comido, saludado o visto de lejos a Resortes,  Pedrito Fernández, por supuesto que a los Almada, etc. etc.  Ahora, con el tiempo, les entra la nostalgia  al ver sus ciudades en las películas. “Mira, esas tiendas ni existen”, “¿ya  ves?, te dije que habían filmado cerca de la casa”, “¡mira, van a cruzar por el puente, fíjate qué distinto se ve!”.

     A estas personas les importa un bledo lo que digan los intelectuales o que La Banda del Carro Rojo sea de lo más chafa. Así es esto.

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