domingo, 15 de abril de 2012

LA INVENCIÓN DE HUGO CABRET (HUGO)





Por Joaquín Peña Arana

¿Amas al cine? No te pierdas este manjar.  

Es verdad, empieza lento y los 128 minutos que dura pecan de excesivos pero no importa, qué tiene si Scorsese se toma demasiado tiempo para compartirnos esta carta de amor al cine. ¿Cine? ¿Pues no que se trata de un huérfano que vive escondido en la estación de trenes de Montparnasse y se la vive ajustando los relojes de ese lugar? Yo también me fui con la finta, ya hasta me quería salir. Llegué a pensar “¿qué es esto?, uf, Scorsese se puso también a dar volteretas con efectos especiales que no vienen al caso”. Había olvidado que la cinta fue planeada para verse en 3D.  Tras varios minutos de paciencia, ¡voilà!, entramos a la verdadera historia.

Sé que Hugo (su título original) se siente como una especie de ruptura en la habitual filmografía de Scorsese, algunos esperaban ver revólveres, muertos y gente con esquizofrenia, y créanme que tampoco la siento como una película para el Oscar, pero es una gran película, en serio, si amas esto del cine, sabes algunas cosas sobre cómo inició, quiénes fueron los Lumiere, híjole, hasta si sabes quién fue Harold Lloyd, esto te va a encantar.

Para mí no hay reproche alguno. Es un elencazo. Los chavales Asa Butterfield y Chloë Moret parece que se escaparon de un cuento de hadas, están hechos a la medida de los personajes. Ben Kingsley, ¿qué “pero” le ponemos, por favor? El que me sorprendió fue Sacha Baron Cohen. Aunque su papel pudo haberlo cualquier otro,  Scorsese lo escogió y lo hizo bien, fue convincente (y eso que soy de los que piensan que es un cobarde que se esconde tras las faldas de la cámara para hacer idioteces).  Quizás debería inclinarse por hacer más de este cine. Ganaría credibilidad. Habrá que ver cómo le va siendo Freddie  Mercury.

¿Me pongo existencialista? Bueno, ahí va:  La Invención de Hugo Cabret nos habla de no perder la capacidad de luchar por encontrar la pieza faltante en nuestras vidas aunque no sepamos hacia dónde nos puede llevar.  Quizás, a descubrir que, efectivamente, vale la pena seguir los sueños.





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