Por
Joaquín Peña Arana
A mí también me pasa.
Estoy
en friega escribiendo esta colaboración, la reviso una y otra vez, quito aquí,
agrego allá. Listo. La mando y luego
cuando la veo publicada – si es que ocurre – o la leo en su versión blog me
quedo con cara de “no me convence no me convence no me convence no me
convence”. Noto repeticiones, palabras
de más, frases que pudieron haber sido mejores.
Qué
ganas de meterle tijera.
¿Quién
dijo eso de que el texto no se concluye sino se suelta? Bueno, pues tiene
sentido. Puede ocurrir que, cuando se le pone punto final, uno quede con la
sensación de misión cumplida; en otras
ocasiones como que queda la espinita, como que pudo haberse hecho mejor, como
que, como que como que. En el mundo
editorial se vale, por eso hay una diferencia entre lo que es una reedición y
una reimpresión, pero ¿en el mundo del cine?
Es
el caso de Blade Runner.
Me
explico. Estrenada en 1982, Blade Runner
fue dirigida por Ridley Scott. Entre los entendidos se le considera una obra
maestra, fundamental, representativa del cyberpunk y que ha influido a
generaciones. PERO…ocurre que como que Scott no quedó conforme.
Es
algo accidentado intentar describir motivos pero estoy en condiciones de decir
que están por ahí entre cinco a siete versiones de Blade Runner. No, no necesariamente son películas con
escenas suprimidas o que les mejorasen la imagen o el sonido. Hablamos de alteraciones de edición que, simple y
sencillamente, las convierten en películas con argumentos y finales
distintos. ¿Se imaginan cinco versiones
del Ciudadano Kane, Nosotros los Pobres,
Los Siete Samurais, Amores Perros, Metrópolis, Los Olvidados?
Estaba
todavía muy púber en conocimientos de cine cuando vi Blade Runner. Me pareció una película de efectos especiales
y no aprecié su profundidad argumental.
Me gustaría verla de nuevo pero ¿dónde, dónde está? Según leí, hay por ahí una edición de
colección de cinco DVDs, pero ¿con qué ojos si yo sólo quiero ver la versión de
1982? Ya después veré las otras.
Así
las cosas, está carambas. La he buscado
y tal parece que desapareció. Como si
nunca hubiera existido.
Como
un secreto de familia, de esos que jamás deben conocerse.
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