Por Joaquín
Peña Arana
Eso dijo Dobbs,
el personaje que interpreta Humphrey Bogart en aquella preciosa película basada
en la novela homónima de B. Traven.
Estrenada en 1948, fue todo un caso.
De esta
película se dicen muchas cosas en el mundillo de la cultura popular de Estados
Unidos. Es el tipo de filme que, sin ser lacrimógeno, patriótico ó romántico,
alguna vez alguien en el país vecino la ha visto ó ha oído hablar de ella. Algo
así como ocurre con Nosotros los Pobres.
Se sabe que
John Huston, durante el rodaje, solía
asesorarse con un tipo misterioso quien decía ser representante de Traven. En
realidad era el escritor utilizando un seudónimo. No se menciona mucho pero Huston dirigió a
otro Huston, Walter, quien es recordado por su soberbia actuación, algunos consideran
superior a la ofrecida por el buen
Boggie y Tim Holt. Walter Huston era el
padre de John Huston. ¿Cómo se le pide a papá que haga tal o cual cosa?
El Tesoro de la
Sierra Madre puede ser vista como un discurso en torno a la avaricia y sus
consecuencias. La búsqueda de un
objetivo común lleva a la unidad de fuerzas…¿y cuándo se consigue el objetivo,
qué onda? Ay, ambición. Maldita ambición.
No faltará
quien se pregunte cómo carambas es posible que tres o cuatro gringos coincidan en
una ciudad porteña mexicana durante los años veinte. No era el caso de Tampico. Vivía un
extraordinario auge petrolero y la mezcla de nacionalidades se había vuelto
habitual.
En sus primeros
minutos el filme muestra a Bogart en un café de chinos. El niño que aparece como
vendedor de lotería era Robert Blake, ¿lo recuerdan?, encarnaba a Baretta en la televisión.
En lo personal,
El Tesoro de la Sierra Madre tiene un valor agregado. Sus primeros minutos
fueron rodados en locaciones de la ciudad y puerto de Tampico: cosmopolita, open mind, bullicioso, abierto. Cualquier
historia puede ocurrir.
Si por algo
Dobbs exclamó, intrigado: “…vaya ciudad…Tampico…”
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