Por
Joaquín Peña Arana
Hace
mucho tiempo…en una galaxia muy lejana… donde no había encuentros cercanos,
tiburones, listas, soldados ni extraterrestres cabezones, hubo una vez una película
a la que los seguidores de Steven Spielberg le rinden culto.
Es
considerada su primera gran película. Eso dicen los que saben. Duelo (o El Diablo sobre Ruedas o Reto a la
Muerte, como también se le conoce) fue un telefilme, una película para
televisión, pues. Antes de HBO era común que las cadenas estadounidenses
encargaran sus propias películas, hubo mucho de eso en los años setenta.
Spielberg tendría unos 25 años más o menos. Clasificarla está en esperanto,
algunos ven un drama, otros un thriller, unos más una película de acción. Es un
poco de todo.
Quizás
por eso se siente tan genial.
Spielberg
demostró su pulso firme para la dirección,
fue el albor de los recursos estilísticos que desembocaron en futuros
proyectos (algunos ven en el tráiler una representación primitiva del tiburón
que vendría después). El uso del
suspenso a través del hábil recurso del montaje, la música y claro que los
tiros de cámara y las locaciones escogidas, permitieron incrementar la sensación
de soledad del atribulado protagonista y su asfixiante sentimiento de sentirse
perseguido.
Ayudó
mucho la elección de Dennise Weaver, hombre de estadounidense aspecto común (seguro
los de mi generación lo recuerdan por la serie McCloud. Ándale, ya sabes quién
es).
A
Robert Rodriguez le ocurre que, pese a todas sus multimillonarias y películas,
la única que algunos respetan es El Mariachi.
Así ocurre más o menos con Spielberg (toda proporción guardada). Los fans quieren a Duelo, le tienen cariño.
Dicen
que Spielberg no ha vuelto a filmar así desde entonces.
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