Por
Joaquín Peña Arana
Es
una comedia romántica. Predecible. Con almibar y miel. ¿Qué esperaban?
A
mí lo que me apantalló, de entrada, fue ver a Vanessa Redgrave. No la reconocí
hasta después. De pronto, dije ¿de dónde sacaron a esa encantadora anciana?
Échense un clavado en una foto de archivo y verán que no ha perdido su toque,
mucho menos, su capacidad para la
actuación. Por algo hay quienes la tienen en un pedestal.
El
resto de lo que se ve en el filme es, pues, un trabajo eficiente, convincente. Como
debe ser. Producción estadounidense para llenar cartelera (y no lo digo
peyorativamente. Insisto e insistiré: hacer cine no son enchiladas).
Franco
Nero sólo necesitó un poco de lo mucho que puede dar. ¿Y por qué elegir a
Franco Nero? Bueno, tengo mis suposiciones. Recordemos: película estadounidense
de alto presupuesto. Pueden escoger a quien quieran. Además, me parece un
acierto elegir a Nero, tomando en cuenta la limitada visión que de la
cinematografía de otros países suelen tener en Estados Unidos...o a lo mejor yo
ubico a Nero porque me tocó escucharlo cuando era niño (yo, no Nero). Sus
películas estuvieron de moda y además participó en esa extraña aventura
cinematográfica mexico-soviética llamada Campanas Rojas.
A
mí lo que me extrañó fue ver a Gael García Bernal. No hay bronca con él pero su
personaje lo pudo haber interpretado cualquiera. Lo que me extrañó fue su desempeño: ¿soy yo o
Gael actuó como si le diera flojera? Digo, por muy que te la creas de izquierda
o diferente, contrato es contrato, y no le estás diciendo que no a unos bonitos y
aprovechables dólares estadounidenses.
Ya te dejaste alquilar, pues de perdis échale ganas.
¿Qué
puntos tiene la película en contra? Ninguno. Ya lo dije: es una comedia
romántica. Se trata, pues, de contar una historia de amor a prueba de todo,
incluso el tiempo. Sus detractores (debe
tenerlos, a este tipo de filmes le brotan enemigos de forma gratuita) ya
quisieran pasársela en Verona en busca del amor verdadero.
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