Por
Joaquín Peña Arana
Guillermo
del Toro está irreconocible. Bueno, casi.
Porque,
en un principio, la película se la podríamos adjudicar a mil y un directores,
pero no a Guillermo del Toro. ¿Y los vampiros, los monstruos que brotan de
nuestras pesadillas, los fantasmas, el gore y todo eso que le caracteriza? Es
cosa de no desesperarse. Infiltrada, ahí
y allá, está su huella: nomás vean el diseño de los monstruos, el estilo de los robots, la aparición de una niña, el
humor negro, las maquinarias con engranes.
Pero
antes que otra cosa suceda, primero lo importante: Titanes del Pacífico es
magnífica en varios aspectos, más allá de los efectos especiales o de ser una
película hollywoodense palomera, de esas que se estrenan en verano, las vemos
luego en la tele y con el tiempo las
olvidamos o nos acostumbramos a tenerlas como ruido de fondo. Los
expertos en cómic de ciencia ficción posiblemente emitan juicios más severos
porque creen ver refritos de Transformers o de Evangelion. Si a esas nos vamos,
podemos reconocer también la atmósfera de Blade Runner y a los clásicos del
cine japonés como Godzilla, Ultramán y yo hasta sentí estar viendo Monstruos
del Espacio o Robot Gigante en versión 2013.
Quizás
por eso Guillermo del Toro dijo que se divirtió tanto haciendo Titanes del
Pacífico: parece la síntesis de muchos elementos de su niñez traídos al presente.
A primera vista, Titanes del Pacífico parece una más de tantas: mucha destrucción,
efectos digitales y vamos por más palomitas.
Pero hay historia. Lo que no tuvo Avatar (supongo, no terminé de verla,
me salí de la sala harto de un guión tan débil). Tenemos el asunto de la
humanidad que lucha por sobrevivir; la invención de los robots gigantes para
combatir a las criaturas; la pérdida personal con el posterior conflicto
anímico y psicológico. Titanes del
Pacífico nos habla de vencer los demonios internos, los miedos. Dominar nuestra
mente. Dejar el pasado. Elegir el sacrificio. Renacer.
Aunque
las escenas de violentas peleas duran su buen rato, lo que valoro es la
presentación de los personajes y el proceso de interrelación. No queda duda: Ron Perlman es el fetiche de
Del Toro para este tipo de películas. ¿Ya se acordaron en dónde vieron antes a
Rinko Kikuchi?, ándale, es la muchacha sordomuda de Babel. Todos los hacen bien (es lo que pongo para no
dejar fuera a alguien). Ah, y la fotografía es de Guillermo Navarro.
Hay
más por decir pero lo que falta es espacio. Titanes del Pacífico, al menos hasta este
momento, no parece una mancha en la carrera de Guillermo del Toro. Al
contrario. Sin perder el estilo, quizás veamos al querido gordito a la
conquista de nuevos horizontes.
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